La Cacería: Re- significación del uso del lenguaje en los medios de comunicación

Columna de opinión de la alumna del Diplomado de Extensión en Género y Violencia Francisca Oyarzún

Un día del mes de Agosto, cambiando de canal en canal en televisión abierta encontré la propaganda de una nueva serie criminal que por lo visto en el tráiler principal contaba con una excelente producción a nivel general. Esta serie televisiva aborda la historia de lo ocurrido con el famoso caso del “psicópata de Alto Hospicio”, que actuaba con excesiva violencia desde el año 1998 al año 2001 aproximadamente. Es interesante evidenciar una producción televisiva que represente una historia ocurrida a jóvenes mujeres que transitaban por las calles del norte de Chile, para trasladarse muchas veces a sus hogares o a sus Escuelas. Específicamente fueron catorce asesinatos de jóvenes mujeres menores de edad, dos violaciones y un homicidio frustrado y feminicidio, parte del historial criminal y delictivo del autor de los hechos en la comuna de Alto Hospicio en la Región de Tarapacá.

Esta historia de violencia contra las mujeres, de violación, de homicidio o feminicidio, refleja la construcción social y cultural respecto a roles de género en nuestra sociedad, que evidencia que sus características son de carácter histórico y social, y se define dependiendo de la sociedad y la época, además como una relación social que representa normas y las relaciones de poder, como una relación asimétrica. Entendiendo lo que Lamas (2016) plantea como lógica de género como una lógica de poder y dominación, que implementa los discursos de poder como los que prevalecen en la construcción social y cultural.

En relación a lo anterior, es importante mencionar que la historia de las jóvenes representa la violencia de género basada en una relación de poder desigual y que se puede expresar mediante agresiones verbales, físicas y sexuales ya sea en el espacio público como privado. Además, es comprendida de diversas formas dependiendo del contexto, ya sea en lugares urbanizados o rurales según lo planteado por Valdés (2009). En este sentido, estos contextos condicionan el tipo de violencia de género, y además puede ser entendida de múltiples formas, debido a que su significación varía según las posiciones de poder existentes y las experiencias de cada protagonista de dicha violencia.

Según el relato que confesó el autor de los hechos, extraído de las noticias del diario de la región, su modo de actuar se basaba en ofrecer su servicio de taxi a las mujeres con el fin de facilitar un medio de transporte hacia sus hogares o Escuela. Posteriormente, cuando se encontraban en el asiento de copiloto, las amenazaba con armas, las atacaba sexualmente a través de la violación con uso de fuerza e intimidación, para finalizar en violencia física lanzando piedras en sus cabezas y lanzando sus cuerpos amarrados y vivas a los piques mineros, en zonas desérticas y desoladas. A excepción de su última víctima, quien queda inconsciente posterior a la violación en el pique minero, pero con vida, lo que la posibilita de denunciar lo ocurrido.

Es importante mencionar que el contexto de la situación se basaba a nivel país en la vinculación de los hechos con la vulnerabilidad social, debido a que según los medios de comunicación se justificaba la tesis de la desaparición de las menores de edad como “presunto abandono del hogar” de manera voluntaria, relacionada con casos de violencia intrafamiliar y problemas de disfuncionalidad del núcleo familiar, a la prostitución de dichas jóvenes, además de la antes denominada “trata de blancas”. Lo que evidenciaba una discriminación ante las denuncias de sus familiares, debido a la precaria situación socioeconómica de las jóvenes desaparecidas y de sus familias.

En relación a lo anterior, el hecho de responsabilizar a las jóvenes de su desaparición por ejercer la prostitución a raíz de su vulnerabilidad social y/o precaria condición socioeconómica a nivel general se relaciona según lo que plantea Bourdieu (2000), con una dominación reproducida por medio de la asimilación de las relaciones de poder por parte del dominado, refiriendo a un poder de tipo simbólico que actúa desde los procesos de significación de los sujetos. Observado tanto en la opresión existente a nivel de género, solo por el hecho de ser mujer, y de ser niñas, menores de edad, además de factores vinculados con la condición socioeconómica, el contexto y sector donde residían estas familias, que refleja un lugar altamente vulnerable al riesgo y a la pobreza, evidenciando una opresión en diversos ámbitos de desigualdad social.

Esta dominación masculina además se reproduce por medio de la violencia simbólica a través de los medios de comunicación, que refiere a la violencia invisible que se constituye mediante medios simbólicos que se evidencia durante la serie televisiva a través del lenguaje utilizado para referirse a los crímenes de odio como plantea Segato, como crímenes ocurridos y naturalizados definidos como la “cacería” aludiendo a nociones de instinto animal, entendiendo la cacería como una actividad de caza y por ende como una persecución y captura animal que busca la muerte del otro, con fines de sobrevivencia o recreativos. De esta forma existe una asimilación de la dominación basada en la perspectiva del mundo que se encuentra constituida por la división de géneros relacionales, que se identifican simbólicamente como dos componentes sociales jerarquizados, y que naturaliza la violencia contra la mujer a través de los factores descritos, sumado a la noción determinante de “psicópata” al autor de lo ocurrido, vinculando los crímenes de odio a un trastorno de salud mental, invisibilizando la construcción sociohistórica respecto al sistema de relaciones de poder actual que condiciona y reproduce la construcción de la asimetría de género.

Refiriendo a lo anterior respecto a la violencia de género, existe una estructura elemental de la violencia, que alude a la inserción del agresor de la violación en dos ejes de interlocución; como un acto moralizador, que se vincula con la represalia obedeciendo al mandato de masculinidad y como un acto que exige a un cuerpo subordinado un tributo, lo que se vincula con el cruce entre el contrato horizontal entre los vínculos de alianza y el estatus vertical de los vínculos de entrega y expropiación. Visibilizando la economía simbólica de la violación como un crimen moralizador, como un acto disciplinador y punitivo ilegal desde el punto de vista del violador, que perpetua y reproduce las relaciones de poder asimétricas.

En este sentido, se puede mencionar que existe una insensibilización respecto a las formas de violencia que evolucionan a través de los años, lo que en palabras de Segato (2018) se denomina la Pedagogía de la crueldad, donde se aprenden nuevas formas de violencia constantemente, donde los medios masivos de información atacan la dignidad ejercitadas en el cuerpo de las mujeres, a través de las noticias de feminicidios como espectáculos televisivos que revictimizan a las mujeres reproduciendo los detalles mórbidos a través de un lenguaje opresivo, por tanto se plantea una contra-pedagogía de la crueldad a través de una contra-pedagogía del poder y del patriarcado, orientada a los mandatos de masculinidad y su expropiación del valor como primera lección de jerarquía que va mutando constantemente como fue mencionado anteriormente.

Específicamente, es importante problematizar respecto a la noción de la mujer como cuerpo social y simbólico que representa un territorio de conquista, la existencia de una colonización de los cuerpos, a través de formas que los marcan como expresión de poder. Por tanto, el cuerpo como un territorio donde se ejerce poder, y que se construye en el proceso de subjetivación de cada género, evidenciando que el cuerpo puede ser entendido también como un territorio de resistencia. Como el lugar donde la cultura instaura los significados de la diferencia sexual, como un territorio en el cual se construye, en el que los discursos le dan significados, expresando que las prohibiciones que regulan pueden ser transformadas a través de espacios de libertad y resistencia.

Por tanto, es fundamental sensibilizar respecto al uso de los medios de comunicación, y específicamente respecto a la visibilización de los cuerpos como territorios de conquista y como objetos, que deben ser reivindicados a través de su inserción en las políticas públicas, en el derecho penal, conceptualizando y problematizando respecto a estas temáticas. Debido a que la violencia de género y contra las mujeres como plantea Butler, actúa como un dispositivo sobre los cuerpos y sobre los sujetos, y la transformación de los actos performativos deben dirigirse a los mismos.

Exactamente en este punto radica la importancia de la idea de erradicar la violencia de género y contra las mujeres a través de la problematización de las relaciones vinculares de género, relacionado con la conciencia que existe de estas relaciones, lo que anteriormente se abordó como violencia simbólica, y que se vincula con las construcciones socioculturales respecto a los mandatos y roles de género que condiciona el actuar de los sujetos, pero que debe ser abordado a través de diversas acciones, generando procesos de cambios en las estructuras que definen las relaciones de poder, orientadas en promover principalmente la capacidad de agencia en los sujetos expresando como objetivo principal la demanda del cambio social hacia la justicia y la equidad de género, lo que implica una promoción de la circulación de poder en lo social con el fin de generar una transformación social basada en la libertad.

En conclusión, es importante destacar que existe una necesidad constante de repolitizar la violencia de género en la sociedad desde diversas acciones orientadas a la problematización del fenómeno de la violencia de género a través de la transversalización de la perspectiva de género en los diversos espacios y áreas de transformación social, fundamentalmente en los medios de comunicación, generando estrategias y mayor control respecto al lenguaje televiso, ya que es un medio fundamental en el cual interactúan diversos sujetos independiente de su clase social, edad, género y diversas formas de desigualdad social. Generando una construcción del sujeto que resignifica a través de las relaciones de poder y del lenguaje expuesto en los medios de comunicación particularmente desde las construcciones sociales que influyen en el plano subjetivo de los mismos.

Por último, es fundamental favorecer la participación de las comunidades, en la integración de medidas de prevención como plantea Madrigal (2010) a nivel situacional, primaria, secundaria y terciaria, y también de atención de la violencia a través de programas reparatorios. Considerando la inserción de un enfoque integral en violencia de género, abordando las diferentes áreas de acción social como de los procesos de sensibilización en la comunidad como respuesta del Estado, a través de la integración de políticas públicas y de transformación e implementación en materia legal ya que actualmente en Chile se rige una Ley de Violencia Intrafamiliar, y no una ley basada en un enfoque integral en violencia, vinculando más bien la violencia al ámbito de lo privado y doméstico que al espacio de lo público, lo que favorece la reproducción de las lógicas de violencia y poder en cuanto a las diversas formas de violencia y a la divulgación de lo femenino en los medios de comunicación.

Bibliografía:

– Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona, España: Edición Anagrama.
– Butler, J. (2007). El género en disputa. España: Paidós.
– La Estrella de Arica. (2004). La fría confesión del sicópata de Alto Hospicio. Obtenido de la Estrella de Arica: www.estrellaarica.cl/ … /20040208042852.html
– Lamas, M. (2016). “Género”. En: Conceptos clave en los estudios de género. Moreno, H & Alcántara, E. (coord.). Universidad Nacional Autónoma de México. México.
– Madrigal, L. (2010). Los hombres asumimos nuestra responsabilidad: Las Masculinidades en la prevención de la Violencia de Género. Programa de Masculinidades, Centro de Las Casas. El Salvador.
– Mandiola, S. (2009). Breve análisis de los delitos sexuales contenidos en la Legislación Chilena. Diplomado Agresiones Sexuales U. de Chile.
– Segato, R. (2003). Las Estructuras Elementales de la Violencia: Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Buenos Aires, Argentina: Prometeo Libros.
– Segato, R. (2018). Contra – Pedagogías de la crueldad. Buenos Aires, Argentina: Prometeo Libros.
– Valdés, X. (2009). Violencias de género. Cuerpos, espacios y territorios. Chile: Gráfica LOM.

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