Entrevista Luna Follegati – Como feminista hoy en día debemos poder establecer un dialogo intergeneracional que sea fructífero

Luna Follegati, es Doctora (c) en Filosofía con mención Filosofía Moral y Política. Además posee un Magíster en Comunicación Política de la Universidad de Chile y es Licenciada en Historia de la misma Universidad. Se desempeñó como docente en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) y Universidad de Chile, especialmente en cursos de teoría política, pensamiento político contemporáneo, biopolítica y gubernamentalidad.

Cuéntanos sobre de tu etapa de estudiante en la Universidad de Chile ¿Por qué elegiste esa carrera? Háblanos de esa fase de formación.

Entré a Historia a comienzo de los 2000 acá en la Universidad de Chile y en realidad más que pensar en una “salida” laboral o un futuro en términos ya de profesora o de investigación, me gustaba mucho leer y mucho leer de historia. Ese fue mi enganche y creo que es una cuestión que he mantenido hasta el día de hoy. Me encanta, poder estudiar y tener la libertad para investigar ciertos temas. Ingresé a historia porque tiene que ver con una problematización con respecto a la historia del presente, es decir, como nosotros podemos interpelar o preguntarnos en relación a procesos políticos contemporáneos, ya sea la dictadura militar o el periodo de la transición, desde una perspectiva histórica. La historia también puede darnos claves para comprender nuestro presente.

Hay una etapa fuertemente relacionado con una línea historio- política que la trabaje en pregrado, después ingresé al Magíster en Comunicación Política en Universidad de Chile y ahí profundicé más en esta forma –quizás más heterodoxa– de comprender la construcción de los discursos políticos. En el magíster me aboqué a los discursos durante los gobiernos de la transición y seguí esa vertiente en el Doctorado en Filosofía Política, indagando acerca de la construcción de una genealogía sobre el concepto de transición en Chile. Entonces siempre ha sido una vertiente que ha dialogado entre historia de la teoría política, entre la filosofía política y que no se reconoce por una perspectiva disciplinar, más bien por indagar en problemas y para encontrar una respuesta a esos problemas. Es necesario o por lo menos yo encuentro necesario, poder establecer un vaivén entre distintas disciplinas y tener un conocimiento más menos transversal.

¿Y cómo fue que te inclinaste hacia el área relacionada con el género? ¿En qué momento quisiste tomar ese camino?

Mi perspectiva de cómo afrontar el género tiene que ver principalmente por mi llegada a trabajar en el CIEG, en el año 2010, con interés de empezar a vincularme en el mundo académico, y llegué a trabajar como una profesional vinculada a los temas de coordinación de los diplomados, es decir un trabajo más bien administrativo. Ahí empecé un proceso de auto-formación, a diferencia de las académicas y académicos del CIEG, yo nunca he tenido una formación en estudio de género, sino básicamente he leído. Gracias a las compañeras, al diálogo constante con Carolina, Paula y después con Manuela, hubo una osmosis en que empecé a formarme en los elementos básicos desde la teoría y ahí podría decir que hice un magister durante los 4 o 5 años que estuve acá y que siguió profundizando y dialogando con la filosofía política contemporánea.

Cuando empecé a trabajar directamente fueron por dos razones, la primera porque encontraba que la cuestión de los feminismos en general era algo que no había sido tan trabajado en el mundo académico, más que trabajado, no tenía un lugar. Durante los 90 la perspectiva de género se había mantenido en un lugar bastante alejado, en la academia, y me empezó a interesar problematizar este tema desde el punto de vista de la participación de formas activistas, que entendemos hoy en día por feminismo. Tiene que ver con mi participación en el movimiento feminista, pero también encontré que había un lugar de convergencia con mis estudios. Esos años yo estaba trabajando en relación a biopolítica y Foucault y tenía que ver con el dialogo que se establecía entre sexualidades y el cuerpo, desde una perspectiva de género.

Me interesó mucho en términos teóricos la producción de Judith Butler, particularmente los últimos textos que había hecho y ahí empecé un camino más bien solitario. Mi formación en género no tiene que ver con mi formación formal sino, más bien, he recalcado un proceso de autoformación que tiene que ver tanto con las necesidades que yo empecé a ver en el mundo del activismo feminista para poder transmitir conocimientos, y por otra parte, tenía que ver con mis intereses personales: ver este dialogo que particularmente existían entre la filosofía política, la biopolítica y la filosofía del género, o filosofía y género.

¿Cómo has llevado tu activismo feminista dentro de la izquierda, que también ha sido cuestionada por ser machista? ¿Cómo ha sido tu activismo dentro de la izquierda libertaria y como lo ligas con tu trabajo teórico?

Mi participación política es bastante activa desde siempre. Desde el mismo pregrado a comienzo de los 2000, en el espacio estudiantil particularmente. Ahí yo no tenía una sensibilidad con respecto a la cuestión de género, me desenvolví en un ambiente que era absolutamente masculinizado, en un departamento como el de Historia, que el día de hoy salen a la luz una serie de casos de acosos sexual bastante impresionante. Entonces soy parte de una generación que vivió con eso, que calló y no hizo nada. Ese momento de darse cuenta y poder hacer algo al respecto, viene cuando empiezo a conocer los estudios de género. Siempre estuve cercana a espacios de militancias, lo que llevaron a poner digamos el cruce entre, las dificultades de militar, de ser madre joven, de haberme separado y estar tratando de involucrarme en la academia. Una serie de situaciones que me llevaron a también problematizar mi propia existencia del punto de vista del género.

Yo creo que lo que he tratado de reflexionar de ahí en adelante tanto en espacio político como a nivel de aporte académico, a mí me interesa para que sea un aporte al movimiento feminista. Ese es mi desafío y en ese sentido en el 2011 en un contexto de álgida movilización estudiantil, donde tenía mucho compañeros y compañeras que militaban  en el espacio estudiantil –yo estaba ya ingresando el primer año del doctorado– y empezaron a darse cuenta de cómo existía un fuerte masculinización de la política, en los espacios de militancia y la forma en que se desenvolvía el trabajo en el interior de la asamblea o en los espacios que estaban surgiendo, tenían una voz principal, que contenía el prestigio de lo que se designaba, que era justamente la voz masculina, y las mujeres tenía una condición secundaria en la tareas que se desenvolvían y a los roles que cumplían al interior de las orgánicas.

Esto fue fuertemente acompañado con el proceso de constitución de las secretarias de género y sexualidades. En ese sentido muchas de las personas que militamos en espacios políticos en ese entonces decidimos juntarnos, particularmente del ámbito libertario, y llamar la atención a nuestros mismos compañeros y decir que acá había una situación de desigualdad, entonces mi activismo parte en un espacio que ya está, digamos, ya en un espectro político determinado.

Lo que hace es cuestionar cómo estas fuerzas, podríamos decir emergente fuerza de izquierda jóvenes nuevas o que vienen del ámbito estudiantil, tenían una serie de prácticas y situaciones que no se condecían con las mismas formas de trasformación y principios que ellos propugnaban. Entonces participé primero en una organización que sigue hasta el día de hoy y que en la cual muchas de nosotras nos formamos y le tenemos digamos bastante cariño que es “La Alzada”. Yo creo que fue un proceso bastante interesante, bonito y constructivo de poder entenderse dentro de la política como mujer, entendernos en una condición que es necesario levantar la voz para poner punto de termino con respecto a lo que nosotros entendíamos por izquierda clásica.

Tratar de posicionar el feminismo como un lugar, no solamente como una consigna, sino como un momento necesario, que apela por una transformación de la sociedad. En ese sentido es un feminismo que apuesta desde un punto de vista o desde un lugar que es una rivera política, pero que sin embargo se ve absolutamente en deuda y al servicio de todas las organizaciones feministas. No me interesa poner, digamos si esta primero la militancia de izquierda o el feminismo, si no por el contrario: yo creo que la izquierda no se puede concebir sin el feminismo.

Es bastante complejo ser feminista dentro de espacios de izquierda, es muy difícil que se transforme desde las prácticas de las mismas personas que componen los espacios políticos, hasta su acción. Entonces creo que es un tarea no exenta de dificultades, sin embargo a mí me parece que es prioritario y en todo este contexto de conformación de nuevos espacio políticos, el feminismo se haya hecho un lugar y se haya vuelto una necesidad.

¿Cuál es la situación del feminismo en Chile y cuáles son los desafíos?

¡Una gran pregunta, me encanta! Yo creo que, la situación del feminismo en Chile es diversa, primero creo hay que puntualizar, uno siempre habla del feminismo y en general nos encontramos frente a feminismos, en los cuales uno puede encontrar distintas lecturas, perspectivas y formas de participar. Creo que nosotras como feministas hoy en día, debemos poder establecer un dialogo intergeneracional que sea más fructífero, con las feminista que vienen luchando desde los 80, así como también las organizaciones que se mantienen presentes y que tienen una larga trayectoria. Creo que justamente uno de los desafíos del movimiento feminista es poder establecer ese dialogo, poner en juego las distintas visiones en las cuales nosotros comprendernos el feminismo.

Es una sociedad que lo que hace es aniquilar la diferencia, y yo creo el feminismo hoy en día ha puesto un alto énfasis en eso con coordinadoras como “Ni una menos”, pero también es necesario generar una propuesta. Creo que es fundamental que el feminismo hoy en día pueda plantear de manera explícita no solamente un hasta cuando, sino que lo que nosotros queremos y es fundamental, que pensemos y pongamos en dialogo.

Creo que también es un feminismo que está arraigado en ciertos espacios y en ciertos segmentos de clase. Es necesario poder transversalizar el feminismo hacia distintos lugares o sea problematizar situaciones como la relación entre género y trabajo. Poder señalar que estos feminismos que trasciendan los espacios educativos –que yo creo que es donde más se ha desarrollado– hacia poblaciones, hacia pobladoras. Espero que sea más transversal aún y que pueda emerger como una voz de disputa con respecto a las condiciones actuales que nos desenvolvemos en un Chile neoliberal.

¿Tuviste alguna autora o autor que te inspiró en los estudios de género o también puede ser una persona alguna figura, que te siga inspirando?

“La Alzada” sin lugar a duda como un lugar de encuentro, ahí nosotras nos conocimos y conocimos el feminismo también. A Judith Butler yo le debo bastante y lo digo con mucho afecto como el proceso de formación y de conocimiento en relación a lo que significa ser feminista y es un lugar donde pudimos comprender y que sigue siendo una inspiración.  Julieta Kirwood es una teórica que está preguntándose y está escribiendo en un momento en que están sucediendo cosas, en el que feminismo está situándose y se está apoderando de la calle. En Chile, poder reconocer y poder aprender de la trayectoria de las mujeres que nos han antecedido es fundamental, y a mí me parece una teórica clave para poder adueñarnos de nuestra historia y adueñarnos a través de las mismas mujeres que las están relatando.  En esta misma estela de pensadoras mujeres chilenas, para mí fue muy atrayente y muy interesante empezar a seguir los textos de Alejandra Castillo. Me parece que es fundamental porque es una autora que justamente problematiza cuestiones como qué son los feminismos, cuál es la relación entre la configuración política teórica entre el Estado, la democracia y los feminismos, cuál es la interpelación que aparece ahí.

Y claro por otra parte está Judith que desde el punto de vista de la teoría de género, a mí me parece que sin lugar a duda vino a revolucionar una trayectoria de pensamiento proveniente de los estudios y pone el acento en cuestiones que hacen desequilibrar un ordenamiento sexo genérico. Particularmente, me interesa mucho, la última producción en relación a la precariedad de la vida, ella hace una interseccionalidad critica con respecto al presente y a la forma en que los conflictos armados, las guerras y en último término, el capitalismo, se ponen en interacción a través de cuerpos determinados, ahí ella puede establecer una interconexión bastante interesante y que es muy sugerente para pensar un análisis contemporáneo del punto de vista del género.

Cuéntanos un poco más sobre ser mujer y ser académica? ¿Cómo ves ese cruce en tu vida cotidiana?

Voy a partir de otro lugar, no voy a partir del ser mujer y el cruce con las vías académicas. Voy a partir señalando que no es el cuerpo de la mujer necesariamente el que está cuestionado, sino que es la institucionalidad universitaria la que excluye, estigmatiza y margina aquellas mujeres que quieren ser parte de ello. Para mí las situaciones de acoso y abuso sexual que se han denunciado en las distintas universidades corresponden a un síntoma, que da cuenta de cómo nosotros estamos conviviendo dentro de una academia que intenta producir en relación a registros académicos neoliberales, se retroalimenta dentro de una estructura que genera clausura en relación a las formas de reproducción del conocimiento.

Hoy en día nos encontramos con una institucionalidad que sexualiza los roles que adquieren las distintas personas desde el punto de vista de la generación de conocimiento, y lo digo en relación a la experiencia propia en que uno se enfrenta a una resistencia constitutiva del espacio universitario, que lo que hace es constantemente marginar aquellas voces que plantean una resistencia con respecto a cierto orden.  Ser mujer en la academia es algo bastante ingrato, es un ámbito no solo muy masculinizado, nosotros desde el punto de vista feminista podemos transformar esas lógicas. Para mi es fundamental dotar de una perspectiva de género y particularmente feminista las formas de generación de conocimiento y eso tiene que ver por ejemplo con las dinámicas alumnos-alumnas/profesor dentro del aula.

Basta de aulas autoritarias. Basta de formas de reproducción del conocimiento donde se denigra o se ridiculiza a los y las estudiantes, porque eso también comprende una lectura que levanta una condición de autoridad desde una cierta voz, por lo general la masculina. Para mi ese tipo de situaciones, como la formas en que nosotros enseñamos en la universidad, así como también el trato entre los docentes y las alumnas/os y de ayudantes y alumnas/os.

En último término, el cómo uno ingresa a este espacio universitario, está atravesado por lógicas donde la forma de reconocer el mérito, la forma de reconocer el prestigio, la forma en que uno está legitimando a la autoridad, muchas veces es por condiciones que no necesariamente tienen que ver con el conocimiento. Es constantemente platearse en un ambiente adverso, estar a la defensiva, cuidarse. Enseñarles a las alumnas a cuidarse, una sobre exigencia bastante alta en términos de –sobre todo– aquellas que son madres, que tienen seguir publicando, tienen que seguir produciendo, no pueden perder el ritmo, no pueden faltar a la reunión. Tienen que demostrar constantemente una serie de logros y éxitos para estar a la par.

La academia neoliberal exacerba y que, justamente a la mujeres, las ponen en un juego bastante perverso, de hacer confluir lo que significa hoy en día la maternidad y cumplir con los estándares de exigencia académica. Por suerte las estudiantes hoy en día a través de su forma de organización, han podido levantar una voz de resistencia frente a eso, porque muchas veces desde el mismo mundo académico es muy difícil ya sea transformar, como también incluso alzar la voz para poder decir en ciertas situaciones.

¿Cómo ha sido tu experiencia en el CIEG o en las mismas clases que has estado dando, y cuáles son tus futuros proyectos?

Respecto al CIEG, yo creo mi llegada fue bastante fortuita, porque ha sido un proceso de bastante autoformación. No todo es una formación académica de forma tradicional y que también genera bastante inseguridad ¿en qué minuto es experto o no es experto, se necesita un cartón?  Creo que mi llegada sin duda marcó un hito respecto no solamente a las cosas que investigo, que pienso, sino también a mi lugar con respecto a lo que me interesa poder construir en adelante y que tiene que ver con el feminismo en primer término.

Tiene un lugar bastante importante. Y con las alumnas hacer clases, para mí siempre es un desafío. Tengo mucho respeto al aula y al poder hacer lo mejor posible en el ámbito de la docencia.  Interpelar nuestro presente en relación a una serie de cosas y generar constantemente preguntas. Yo creo que las y los estudiantes se vayan con la cabeza llena de dudas, es el primer paso para generar procesos de trasformación y poder cuestionar una situación que uno daba por sentado. Señalar que esos pilares son removibles, y que nuestra tarea es poder removerlos.

El último artículo que hice fue justamente tratar de relatar esta historia, una historia reciente con respecto del feminismo desde los 2000 hasta hoy. Una historia absolutamente inacabada pero que me gustaría poder profundizar en el sentido de preguntarnos cómo hoy en día nuevamente feminismo se ha instalado en las mesas de las casas en Chile, se conversa en los liceos, en las escuelas y que al parecer esto fue una especie de magia o que el feminismo se puso de “moda”. Sin embargo corresponde a una trayectoria que viene desde los 80 y que ha tenido un momento de oscilación, que hoy en día tiene una intensidad potente, y tiene que ver con esta diversificación de estos feminismos y una ampliación con respecto a otras generaciones que han podido tomar la voz feminista y se han hecho cargo a través de eso.

Entonces viene de ese proceso, esa temporalidad entre el feminismo en Chile en los 80, desde la lucha con respecto a la dictadura, hasta la actualidad. Estableciendo sus complejidades, sus diferencias, sus matices y también sus espacios de confluencia, que es lo que me parece más necesario hoy en día. Un desafío importante para poder seguir avanzando dentro de esta senda.

¿Cuál es el tema que estás trabajando hoy en día en el doctorado?

Mi investigación doctoral tiene que ver con cómo podemos establecer o pensar el surgimiento del concepto de Transición a la democracia durante el periodo de la dictadura militar, es decir entre 1973 y 1989. Poder analizar en términos genealógicos la instalación de un concepto desde el punto de vista discursivo, que establece una cierta forma de administración de la democracia en la transición. Lo que estoy haciendo es poder generar una lectura genealógica del concepto de la transición en Chile. Cuando surge, cuándo empieza a instalarse, cuáles son los matices, cuáles son las diferencias y finalmente cuál es la propuesta de democracia y la propuesta política que estaría contenido dentro de la forma de pensar una transición hacia la democracia. Ahí, mi hipótesis es que la Transición se puede entender en términos gubernamentales, como lo plantea Foucault, como una forma digamos de administración y de gobierno que tiene ciertas particularidades, que yo estaría desarrollando dentro de la tesis.