Columnas de Opinión Estudiantes del Diplomado Género y Violencia – Cuerpo, Salud y Violencia

El Diplomado de Extensión Género y Violencia es un programa que comenzó a impartirse como Curso de Especialización el año 2010, debido al creciente interés por abordar ambas temáticas desde una perspectiva crítica e interdisciplinaria. El 2013, este curso se consagró en un Diplomado de Extensión, teniendo sólo 12 estudiantes. Este año (2016), 28 estudiantes de diferentes áreas profesionales cursan el diplomado, demostrando que la violencia analizada desde la perspectiva de género es una temática crucial para la transformación de la sociedad hacia relaciones éticas, igualitarias e inclusivas de género.

Como parte de sus actividades de evaluación, los y las estudiantes realizan trabajos escritos de análisis y reflexión crítica sobre los temas trabajados en clases. Esta semana publicaremos algunas de sus columnas de opinión, en donde reflexionaron en un tema de elección personal. 


El derecho de abortar en paz.

Por Camila Muñoz

Voy a tomar las palabras de Mary Wollstonecraft cuando habla de feminismo para iniciar una reflexión en torno al aborto: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”. Mujeres, esa categoría siempre doble o triplemente oprimida, pues no solo somos golpeadas como seres humanos por un despiadado sistema económico y político, sino que además, somos violentadas en nuestros derechos reproductivos y sexuales, en un mundo que se apropia de nuestros cuerpos desde el momento en que somos violadas o maltratadas por el simple hecho de ser mujeres. Desde esta pertenencia al “género femenino”, desde esa posición de doblegada, sumisa, obediente siempre a las autoridades masculinas (llámese Iglesia, llámese Estado), creo necesario formular el reclamo más básico de todos: el derecho a decidir sobre mi cuerpo. En este sentido, cuando se insiste en la reivindicación de los derechos de las mujeres y la equidad de género, me parece ineludible el tema del aborto. Estoy a favor de que las mujeres tengamos el poder de pensar por nosotras mismas y decidir cómo vivir nuestra sexualidad y si queremos tener hijos o no, sin que se entrometan en esto terceros. Son solo seis países alrededor del mundo los que prohíben la interrupción del embarazo bajo cualquier circunstancia, y por supuesto que nuestro querido país, ultra conservador por muy “progre” que se maquille para el mundo, se encuentra en el penoso ranking (no somos el Vaticano, y estamos en el mismo listado!)

Las voces que se alzan en contra -con las que ya estamos bastante familiarizadas-, dirán: ¿y el derecho a vivir del bebé que viene en camino?, ¡esto es un asesinato! Pues bien, no estoy a favor de los asesinatos ni las prácticas crueles que atenten contra la vida o integridad de los seres, y no es así como visualizo el aborto. En lo personal, pienso que se trata de interrumpir un proceso, dentro del primer trimestre de gestación, donde el embrión no es un individuo biológico- según la opinión científica mayoritaria además-, ni mucho menos una persona, pues carece de vida independiente (es completamente inviable fuera del útero). Asimismo, el desarrollo del cerebro está en sus etapas iniciales y no se han establecido aún las conexiones nerviosas que permiten experimentar dolor o alguna otra percepción sensorial. Entonces, en ningún caso me parece que abortar sea homólogo de asesinar. Las voces que se alzan en contra, desde un supuesto lugar de superioridad moral (que coincide muchas veces con la capacidad de ejercer poder), dicen que las mujeres que abortan se transforman casi en asesinas en serie; pues bien, elevándonos por sobre estos prejuicios infundados, he conocido personas que han abortado y que jamás lo plantearían como un hábito rutinario o una fórmula de anticoncepción, pues en ningún caso se trata de una práctica placentera o agradable. Yo no promuevo el aborto como un método contraceptivo; lo que apoyo es el sencillo derecho de que cada mujer pueda ejercer su derecho a decidir sobre sí misma.

Cabe despejar además el fantasma instalado en las mentes más conservadoras o “anti-aborto”; aquel que asegura que al legalizarse la posibilidad de abortar, esta será una práctica trivial para las mujeres. Diversos estudios sostienen que en los países en que es libre no aumentan las cifras, si no por el contrario, la legalidad del aborto, si se acompaña con una educación sexual masiva, y un fácil acceso a métodos anticonceptivos, favorece que ocurran pocos abortos (como es el caso de Holanda).

En el mundo entero, y en especial en este país, las prohibiciones de la ley y el estado tradicionalmente han configurado a una mujer incapacitada, sin voz, y a fin de resquebrajar y deconstruir este indignante sometimiento, me parece que lo personal y privado necesariamente debe volverse político. Por eso necesitamos conquistar nada menos que el espacio del propio cuerpo, junto con la capacidad de discernir y decidir sobre nosotras, obstruida por siglos y siglos por el puñetazo de este sistema patriarcal.

Con todo lo dicho, quisiera puntualizar que lo relevante dentro de este análisis más que hablar de aborto, es hablar del derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo libremente. Durante siglos se nos ha tratado como seres no pensantes, infantilizados e irracionales, siempre a merced de diversas voluntades que nunca han sido las propias. Se entromete la iglesia católica y el estado en el espacio íntimo de cada mujer, que es su cuerpo, su vientre, sus deseos de ser o no ser madre, y con tristeza y asombro constato que vivimos en un país aún atravesado por creencias medievales, estando en pleno año 2016. Sin duda que como seres humanos somos todos seres violentados y sometidos, pero como he dicho anteriormente, cuando eres mujer la violencia ejercida en tu contra es mayor. Hablando en términos Foucaultianos, la biopolítica se palpa cada vez que experimentamos nuestro devenir como cuerpos gestionados e intervenidos por políticas estatales. En este sentido, cuando no había métodos anticonceptivos muchas veces se utilizó el aborto para regular la población, pero paradójicamente hoy, por realizarlo en este país te vas a la cárcel. Y yo me pregunto, ¿hasta cuándo seguiremos las mujeres soportando el control patriarcal sobre nosotras, sin tener derecho a decidir, justamente sobre nosotras mismas?

En última instancia, más allá de las discusiones morales sobre si abortar es “correcto” o “incorrecto” me parece que ambas perspectivas pueden coexistir también, y que finalmente lo más importante es que cada mujer sea considerada sujeto de derechos, con voz propia, capaz de pensar por sí misma y de posicionarse en base a su propio juicio respecto de si abortar o no, siempre EN LIBERTAD, y sin ser juzgada o sentenciada por intromisiones de terceros.


El Sistema de Salud como una institución que construye violencia.

Por Micaela Reyes

Hoy en día, Chile ha sufrido profundas transformaciones en replantearse varios de los cimientos que sostienen la estructura social de poder. Es así, como la sociedad ha cuestionado al patriarcado, eurocentrismo y el capitalismo en la que vivimos. Temas como el derecho a una educación pública, la unión de personas entre el mismo sexo, el aborto, la violencia sexual en los espacios públicos, entre otros, son algunos temas que comienzan a tomar fuerza y se encuentran como temas pendientes dentro de la agenda política. Es decir, comienza a existir un cambio del sentido común que rige nuestra sociedad, permitiéndonos cuestionar cual es la sociedad en la que queremos vivir.

Para esto, hemos tenido que poner en tela de juicio varias de las instituciones que se han encargado históricamente de mantener el tejido social que resulta violento, opresor y discriminador para aquellos grupos llamados “minoritarios”. Se ha cuestionado a la escuela, a la familia y a la iglesia. Sin embargo, a mi parecer, ha pasado de manera silenciosa e invicta la forma en la que el sistema de salud se convierte en una institución encargada de producir y reproducir violencia.

Es bajo esta perspectiva, y siendo una profesional de la salud, que me parece interesante analizar el cómo el sistema de salud, se convierte en una institución que violenta y produce violencia al construirse desde una visión hegemónica patriarcal.

Antes de todo, me parece fundamental definir la premisa de que la salud es un derecho social de todxs lxs seres humanos, entendiendo esto, como el acceso oportuno a los servicios de salud, la atención dirigida a las necesidades particulares de cada sujeto, considerando su contexto, su integralidad y sus particularidades individuales y sociales, además del seguimiento en salud en casos de ser necesario, sin importar el género, condición social, etnia u otros.

Luego, habiendo definido esta premisa, me parece preciso, partir analizando en cómo se ha construido e instaurado a lo largo de la historia el sistema actual de salud que tenemos y el conocimiento que rige hoy a la medicina y la ciencia. Con la invasión Española, se instaura en Chile y Latinoamérica una manera de ver el mundo euro y androcéntrica, lo que hace que la creación del conocimiento, la ciencia y la medicina esté basada sobre las concepciones de cómo estos grupos entienden y perciben lo que es la salud y la enfermedad, desconociendo y arrasando con todos aquellos conocimientos y estudios que podrían haber entregado los pueblos indígenas que habitaban nuestro territorio, en especial las mujeres, que como bien sabemos, tomaban un rol social importante dentro de sus comunidades en relación a la curación de enfermedades, consejería en salud y a la atención del parto. Es decir, podemos decir que desde su constitución el sistema de salud ha sido violento y se ha posicionado desde la visión y conocimiento que tienen los hombres europeos sobre la medicina y el cuerpo.

Esto tiene un impacto importante en el paradigma que se posiciona como único y verdadero dentro de la medicina, ya que entiende la salud, como si ésta fuera simplemente la ausencia de enfermedad, reduciendo el cuerpo a una máquina biológica que tiene un defecto o disfunción en su funcionamiento, el cual se hace necesario restablecer por un equipo de profesionales especializados para eso, dejando fuera de esta concepción el concepto de bienestar social e individual de los sujetos, el contexto que configura la salud o la enfermedad de la persona, la percepción individual que tiene la misma persona de su propia problemática, los significados sociales e individuales de lo que le está pasando, los sentimientos que esto le puede provocar, la relación y conexión que tiene la persona y su problemática con la naturaleza y su entrono natural, entre otra cosas. Ésta noción hegemónica y predominante de la medicina, deja de lado los aspectos ya mencionados, aspectos que son históricamente relacionados a lo femenino, reduciéndolos a elementos no válidos de la vida humana por no cumplir con criterios de objetividad, ciertamente varoniles, necesarios para ser considerado como verdaderos dentro de la realidad de los seres humanos.

Desde esta perspectiva, la medicina se establece como uno de los principales métodos de control y de ejercer poder sobre la vida de lxs sujetos, instalando al sistema de salud como una gran institución que ejerce violencia, que se apropia de los cuerpos, que adiestra, que modifica, moldea, define lo sano de lo enfermo y lo normal de lo anormal. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta, si este cuerpo que controla, que adiestra, ¿es cualquier cuerpo?, ¿en base a qué adiestra o moldea? Ciertamente aquí se evidencia aún más que el sistema de salud tiene a la base un modelo patriarcal imperante, ya que aquellos cuerpos que controla y modifica, son en relación aquellas masculinidades que se definen como únicas y verdaderas, dejando a otras masculinidades y feminidades dentro de este control, pero al margen de sus derechos, constituyendo la exclusión de un otro, que se configura cómo un enfermo, desviado o retrasado, al cual se atiende en sus necesidades de salud desde una concepción patriarcal.

Podemos decir entonces, que el sistema de salud es una institución que genera violencia y oprime, entendiendo esto como una forma de violencia institucional. Sin embargo, me parece que el sistema de salud se convierte en un aliado mucho más fuerte para sostener el patriarcado, ya que se transforma, al igual que la escuela y la familia, en una institución configuradora de sujetos, de cuerpos y de vidas, es decir, es una institución que ejerce violencia, pero que a la vez la construye, produciendo y reproduciendo la violencia no solo institucional, si no que también física, psicológica, estructural y simbólica.

Son varios los ejemplos que podemos mencionar que se dan en la vida cotidiana en relación a esto. En este ámbito se puede rescatar la violencia ejercida en los tratamientos e intervenciones que se hacen en salud, al obviar la construcción social del cuerpo y entender cómo simples hechos naturales, por ejemplo, las importantes diferencias que existen en la prevalencia de diversas enfermedades dependiendo del sexo. Un ejemplo de esto, es en relación a las patologías reumáticas, las cuales se presentarían mayoritariamente en mujeres, existiendo para esto una explicación biologísista de éste hecho. Sin embargo, existen múltiples estudios que demostrarían una estrecha relación entre este tipo de enfermedades, con haber recibido violencia de género, especialmente de abuso sexual. Sin embargo, estos datos son obviados por la “medicina tradicional” al momento de planificar un plan de para tratar este tipo de patologías.

Otro ejemplo, que evidencia violencia son los contextos en los que se atiende y se educa en torno a la maternidad. La violencia obstétrica que viven las mujeres por parte del equipo de salud al momento del parto, el aumento de las cotizaciones que tienen que realizar las mujeres en las isapres por el simple hecho de su condición de tener la posibilidad de ser futuras madres, entre otras, son algunas de las violencias que se evidencian en el sistema de salud, que perpetúan, construyen y reproducen el sistema patriarcal hegemónico dominante.

Según todo lo mencionado anteriormente se evidencia que el sistema de salud se constituye desde una visión occidental y patriarcal, la cual no logra satisfacer ni responder las necesidades de salud de todas las personas, debido a que éste derecho es violento y no considera las particularidades de cada grupo, desentendiéndose del contexto social, de los aspectos socio-económicos que implica el acceso a la salud y de las historias que se esconden bajo la construcción de la identidad de cada persona en particular, aumentando de esta manera, la brecha de desigualdad entre aquellos que concentran el poder y aquellos que no. Según esto el sistema de salud resulta ser violento y discriminador para aquellos que se encuentran en una posición de subalternidad dentro del entramado social de poder.

Desde mi perspectiva, es imprescindible superar esta visión violenta que impone el sistema de salud, ya que si no, nunca se logrará entender la salud como un derecho que permita la valorización de las personas, sin importar las condiciones que lx rodeen y que permitan solucionar los problemas de salud de manera integral dirigido a las reales problemáticas que aquejan a las personas y que afectan su bienestar y su salud. Para conseguir esto, me parece necesario hacer un cambio de paradigma que permita construir un sistema de salud que dé cabida a todos los grupos sociales, sin discriminación ni vulneración de un derecho tan importante como lo es la salud, otorgando una atención no sólo integral, si no que también inclusiva y de respeto por la vida y el bienestar del otrx y de lxs otrxs, que recoja las diferencias y las igualdades, que permita la inclusión del conocimiento de otras formas de entender el mundo, la ciencia y la medicina y que se dirija a atender las reales necesidades de quienes requieren de sus servicios y no sólo de aquellxs que se encuentran en la escala de poder.


Aborto en Chile: una reflexión.

Por Cristian Torres

El aborto en Chile es un tema que causa controversia y donde hay una confrontación entre los que apoyan y los que no apoyan esta práctica y aún está en tema de debate.

Como tema de discusión existen dos puntos que entran en confrontación, por un lado como valor el derecho a la vida, por otro lado el derecho a elección por parte de la mujer entendiendo su cuerpo como territorio donde cada mujer puede decidir sobre el término de un embarazo en relación a su propio cuerpo.

Según cifras estadísticas el 73% de la población chilena estaría a favor de despenalizar el aborto en casos de riesgo de vida de la mujer, violación sexual e inviabilidad del feto. El 23% estaría en desacuerdo (encuesta Adimark, sondeo de opinión entre el 5 y el 30 de junio de 2014).

Es difícil calcular la cantidad de abortos que se producen anualmente en Chile, esto debido a que el aborto está penalizado en todas las circunstancias. Según cifras del Ministerio de Salud, se realizan más de 33.000 abortos por año, es decir 90 abortos diarios en promedio. Sin embargo, otros estudios estiman la cifra entre 60.000 a 70.000 abortos al año, mientras que otros la sitúan en 160.000 abortos por año.

En la legislación chilena el aborto es penalizado en cualquiera de sus formas desde el año 1874, en la constitución de 1980 se establece que la ley protege la vida del que está por nacer.

Lo que se puede entender de las cifras es el hecho de que independientemente de la legislación el aborto en chile es una realidad y es deber como sociedad hacerse cargo de este tema, difícil de abordar ya se por conocimiento o por quienes deciden.

En este tema me hace sentido el tema del biopoder, en donde pocos, con esto me refiero al poder político y científico, tienen como tarea decidir por muchos, deciden sobre las mujeres y su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, se territorializa el cuerpo de la mujer por unos cuantos que tienen el poder de decidir en donde el poder político y valórico entran en juego, se conjugan y a la vez se confrontan.

Cabe señalar la influencia que tiene la religión e ideologías religiosas en torno al tema, en Chile donde la mayor parte de la población se declara cristiana y al igual que en otros países (sobre todo occidentales) religión y poder político han estado directamente relacionados, lo cual hace que el tema además de biológico se maneje en un ámbito valórico, lo cual abre un debate aún más extenso.

Al observar las diferentes manifestaciones que se han dado en torno al tema y su legislación se puede observar movimientos o manifestaciones en donde la mujer cobra un rol protagónico, hombres (en su mayoría) sólo se hacen presentes como poder político para legislar, en este contexto surge el tema del patriarcado, donde la mirada y decisión pasa por la masculinidad y el hecho de reconocer y reivindicar a la mujer como encargada de la reproducción y cuidado de los por nacer.

El proyecto de ley de aborto en Chile plantea 3 causales, las cuales son: 1) Peligro para la vida de la mujer, 2) Inviabilidad fetal de carácter letal, 3) Embarazo por violación.

Aún así hay que plantearse la libertad de elegir y decidir por parte de la mujer y como nosotros como integrantes de la sociedad asumimos el tema, hay desinformación (salvo personas implicadas o quienes se interesan por el tema), tal como mencione anteriormente parece que este tema a nivel legislativo tiene que ver con hombres que deciden, pero a nivel de ciudadano común tiene que ver con la mujer y como es vista como reproductora y precursora de la vida.

Por otro lado cobra sentido la premisa que como hemos trabajado en las clases que parece imperar “hacer vivir y dejar morir”, dentro de la norma para legislar en torno al tema no parece incorporar el tema de género sino que un visión funcional de mujer y como debe ser tratado el tema.
Según lo que he leído y estudiado la desinformación y el control que genera el saber-poder hacen que el tema sea invisivilizado para quienes no están directamente relacionados.

Lo último que me queda por exponer es quién decide realmente ¿hombres , mujeres?, la dinámica de sexo/género, es un tema que para mí como profesional es difícil, valorizarlo, legislarlo, lo que realmente espero es el hecho de ser una legislación inclusiva en donde los diferentes actores y sobre todo quien debe ser la voz más escuchada y disidente en este momento es la mujer y de cierta manera incluir temáticas de género para que el hombre y la mujer “masculinizado/a” tenga una visión empática en relación al género sobre el aborto y sobre la mujer.

El debate aún está abierto…


El género interdicto.

Por Richard Mundaca

www.theclinic.cl/ … e-hace-mucho-tiempo/

“Basta de insultar a las mujeres, de agredirnos, de tratarnos como interdictas, de decir que somos asesinas, de decir impunemente que prestamos el cuerpo”.

Quise tomar esta frase de la diputada Camila Vallejo en su intervención en la Cámara Diputados sobre el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales, a decir, la inviabilidad fetal, el peligro de muerte de la madre y la violación, para intentar hacer una reflexión sobre un tema de fondo que como sociedad quizás no nos hemos detenido a reflexionar lo suficiente o tal vez lo hemos banalizado; el cual según mi punto de vista como leguleyo y profesional ajeno al derecho es necesario considerar: la construcción social de lo femenino y su capacidad de ser “objeto” o “sujeto” derecho.
Mientras intentaba ordenar y organizar mis ideas vino a mi mente el término usado por la diputada Vallejo; “Interdicto”, este vocablo en su significado etimológico proviene del latín “interdictum”que quiere decir “inter”: entre y “dictum”: dicho”; término que fue creado al parecer en el contexto del derecho romano y que subyace a la mayoría de códigos civiles de los países latinoamericanos. Esta categoría legal nace como un procedimiento jurídico para restringir o prohibir el ejercicio de ciertos derechos, a mayor ahondamiento en nuestro Código Civil el Artículo 1447 “en su lenguaje decimonónico, establece que son absolutamente incapaces, y en consecuencia no susceptible de obligarse, los “dementes”. Esto significa, en el lenguaje de la legislación civil, que aquellos que sufren de discapacidad mental, no son susceptibles de obligarse de ninguna forma, y menos aún de ejercer los derechos que le son propios, sino por medio de su representante”.

Tras el párrafo anterior es necesario a mi entender preguntarnos y reflexionar de como ha sido el proceso social que ha permitido que etiquetemos a las mujeres como incapaces de ejercer sus derechos y cuasi “dementes” para tomar una decisión libre y autónoma acerca de sus cuerpos y la opción de maternidad; quisiera detenerme en este punto sobre los orígenes de esta cuestión de la dicotomía mujer/madre. A través de la historia podemos constatar la creación de un sistema simbólico que castiga y estigmatiza al género femenino ya enraizado en nuestros mitos y creencias populares de Latinoamérica como el mito Sherenté y Chamacoco sobre el rol de la violación a la mujer para asegurar el orden biológico y cultural o en la cosmovisión mapuche sobre El Feta Chachai (esposo-padre- dios) y la Ñuki papai (esposa- madre) trasformados a posterior en mandatos culturales y sociales que además de favorecer un sistema de desigualdades entre los géneros femenino y masculino, constriñen la construcción de una identidad femenina ligándola inherentemente y obligatoriamente al rol de madre, tal como lo refiere Montecinos en su libro ensayos sobre género, identidades y mestizajes: “Lo femenino será indefectiblemente construido por la cultura mestiza desde el modelo de la Madre”.

Siguiendo en esta lógica asimismo los sistemas de conocimiento científico o saber poder como dice Foucault han mantenido este paradigma como por ejemplo desde el psicoanálisis de Melanie Klein en el denominado “pecho bueno y pecho malo” o los premisas de Donald Winnicott sobre el vínculo madre e hijo y la importancia de “una “buena madre”; “Una madre suficientemente buena es aquella que es capaz de dar cabida al desarrollo del verdadero yo del niño, es decir acoger su gesto espontáneo, en el sentido de lo que el niño quiere expresar, e interpretar su necesidad y devolvérsela como gratificación.” (Donald D. Winnicott).

En este punto me gustaría mostrar algunos atisbos de esta relación violenta que como sociedad ejercemos hacia las mujeres y como esta cultura patriarcal permea al sistema legal y sus instituciones obligando a este mandado mujer/madre y reprochando a aquella que no se ajuste a este estándar, patologizando a la madre y reconstruyendo esta idea de interdicción referida por la Diputada Vallejos ; el siguiente fallo es de una corte de Familia de chile en el cual se priva a la madre de ejercer el cuidado personal de sus hijas, quisiera hacer notar el análisis de los peritos que conocieron el caso: “Se informa que VPH, no cuenta actualmente con las habilidades parentales para resguardar los derechos de su hija por lo que se sugiere que el cuidado personal provisorio de AVP se mantenga ejercida por FVL, supeditada a las sugerencias que se describen continuación. En atención a la evaluación realizada se sugiere necesario la evaluación psiquiátrica de la evaluada en el Servicio Médico Legal o institución de salud a fin, en tanto se observan graves discrepancias entre lo expresado por la referida y los antecedentes recabados por otras instituciones – los cuales son explícitamente negados por VPH- de lo cual se pudiere inferir algún trastorno de salud mental, lo cual podría representar un factor de riesgo inminente para AVP si este no se encuentra confirmado o descartado”.

Otro aspecto que me parece interesante analizar es como los discursos sociales de hombres y mujeres tienden a reproducir esta lógica de privación de la mujer de sus derechos al aborto a disponer libremente de sus cuerpos, para lo citare las palabras de una diputada de UDI en su intervención de la discusión sobre la despenalización y los resultados de la Encuesta CADEM sobre la opinión de la ciudadanía sobre esta ley, respecto a los dichos de la diputada en cuestión :”Hay violaciones que no son violentas y otras que son violentas… la dignidad de una mujer no se pierde por ser violada”, en cuanto a los resultados de la encuesta: 58% de los encuestados responde estar de acuerdo con la despenalización del aborto bajo algunas circunstancias; 19% bajo cualquier circunstancia y un 74% está de acuerdo con despenalizar el aborto siempre y cuando la salud de la madre este riesgo por el embarazo; es posible colegir de lo anterior algunas ideas interesantes: el derecho a abortar no se puede ejercer por una libre opción de la mujer a decidir sobre su cuerpo, sino que el derecho a la salud es más importante; solo un bajo porcentaje de personas concuerda que no debe haber restricciones al aborto y por ende al libre ejercicio de su cuerpo replicando así los mandatos culturales y por último la opinión de la honorable diputada solo el siguiente epígrafe “sin comentarios”.

Para finalizar algunas ideas de mi tesis acerca de la poderosa influencia que tiene en su conjunto el sistema poder y la cultura patriarcal para privar de derechos fundamentales a las mujeres y cosificar sus cuerpos al tal punto que se les prohíba disponer libremente de sus cuerpos pese a que esta libertad es a lo menos garantizada en nuestra constitución política o en otras cuerpos legales internacionales como la Convención de os derechos de la mujer.


Violencia estructural contra la mujer.

Por Catalina Barros

Si bien Chile ha mostrado una preocupación por enfrentar la violencia contra la mujer, lo cual se ha visto traducido en las ratificaciones internacionales que nuestro País a firmado (declaración de plataforma de acción de Beijing, CEDAW y convención Belem do Para), el trabajo que se ha visto reflejado a través de SERNAM, ahora siendo Ministerio de la Mujer y equidad de Género SERNAMEG (veremos cuáles son los cambios que ello traerá), la Ley 20.066 sobre violencia intrafamiliar y otros artículos que velan por el cumplimiento y protección de los derechos de las mujeres, entre otros.
Esto ha sido suficiente? Que falta para erradicar en gran medida la violencia contra la mujer? Porque una de cada tres mujeres sufra violencia por parte de su pareja? Porque gran parte de las mujeres justifica la violencia o la ve reflejada como algo normal o natural?

Me doy cuenta que nada ha sido suficiente, que la ley no es efectiva en un 100%, que las Políticas Públicas no han sido del todo favorables, que el Estado Chileno al igual que otros Estados ha seguido manteniendo el dominio patriarcal por sobre todo aquello que signifique igualdad de género y que mantiene también una incoherencia entre el discurso acerca de los derechos de las mujeres e igualdad de género y la realidad en cómo se ha planteado, en cómo se ha aplicado la ley, en cómo se han implementado las políticas públicas, todo esto sigue expresando una violencia simbólica del sistema que afecta a las mujeres y las mantiene en un estatus inferior.

Mencionar también que la violencia estructural o institucional afecta en mayor medida a las mujeres pobres, mujeres migrantes y mujeres que pertenecen a algún pueblo originario. Esta violencia se caracteriza por ser ejercida por funcionarios, profesionales, personal pertenecientes a cualquier entidad que pertenezca al sistema público, retardando el acceso a políticas públicas, no dejando que se ejerzan los derechos de las mujeres, dando una atención de mala calidad atentando la moral de las mujeres y discriminándolas.

En esta oportunidad quisiera referirme a la violencia que sufren las mujeres en la Salud Pública, la cual me indigna en gran medida, más aún cuando afecta y da paso a la violencia obstétrica.

Siguiendo con la idea y refiriéndome a la violencia en la salud, hacia la mujer migrante, cabe señalar que nuestro país recibe mayoritariamente a mujeres de países vecinos como Perú, Bolivia, Colombia, Argentina, Ecuador, entre otros. Tornándose un gran problema para ellas la atención primaria ya que las mujeres migrante al igual que los hombres en nuestro país no encuentran el lugar y el reconocimiento que merecen, las mujeres sufren de más riesgos por el hecho de ser mujeres y pasar por edad fértil, se ven con problemas específicos en salud, principalmente en sexual, reproductiva y mental. Las barreras con las cuales se encuentran en el área de la Salud se enfocan principalmente cuando ellas se embarazan y reciben una mala atención o simplemente no la reciben.

La estructuralidad de nuestro país, sobre todo en la salud pública estratifica a nuestra sociedad en grupos aventajados y otros por supuesto en desventaja, desventaja que sufre de cerca los pueblos originarios. Importante mencionar que las estadísticas reflejan mayor índice de pobreza en los pueblos indígenas en comparación de los no indígenas. Creo por mi parte que las mujeres indígenas sufren de grandes daños en la saluda al igual que las mujeres migrantes.

Siguiendo la misma línea, la violencia obstétrica (personalmente esta me enfurece en gran medida). En Chile esta violencia no tiene ningún reconocimiento jurídico, a diferencia de Argentina, Venezuela y México. Está violencia se caracteriza por ser aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresado en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Es tremendamente injusto que las mujeres no accedan a esta atención con iguales oportunidades y misma calidad de atención, que al momento de verse enfrentadas a un parto en la atención pública se vean con una pérdida de autonomía, pierdan su capacidad de decidir libremente, en resumen la opinión o decisión de la mujer, no tenga espacio ni valor alguno. Existe una evidente deshumanización del parto en la salud pública, principalmente en mujeres pobres, mujeres migrantes y mujeres pertenecientes a algún pueblo originario.

Por otra parte, también vemos reflejada la violencia en los derechos reproductivos de las mujeres, existiendo restricciones en el acceso a los anticonceptivos de emergencia, limitación al acceso de información sexual y finalmente quisiera pronunciar que afortunadamente la ley de aborto en las tres causales por lo menos ya fue aprobada en nuestro país, de lo contrario hasta el año pasado continuábamos con una seria violencia reproductiva y física.

Por último me gustaría hacer mención a las tres autonomías de las mujeres que nos dejan los acuerdos internacionales y que nuestro país debería velar por ellas como corresponde ; Autonomía en la toma de decisiones, autonomía física y autonomía económica. Cuando hablamos de estas tres autonomías, veo reflejada en gran parte erradicada la violencia contra las mujeres, si se llevaran a cabo por supuesto. Creo que la autonomía económica es de suma relevancia, ya que le da a la mujer independencia, protagonismo y reconocimiento social y la capacidad de decidir libremente, sin depender de un tercero. SERNAM ha enfocado sus objetivos de trabajo en fortalecer la autonomía económica de las mujeres a través de Capacitaciones, intermediación laboral y otros apoyos que se enfocan al cuidado de los hijos. Sin embargo no ha sido suficiente, falta más esfuerzo para que las mujeres logren ese reconocimiento y protagonismo social, la confianza de decidir libremente. El estado por completo debe trabajar en ello, comenzando principalmente en sensibilizar, capacitar y otorgar conocimiento a todos los funcionarios de las distintas entidades públicas, principalmente a los equipos del área de la Salud, ojalá contemplar en este trabajo hasta al guardia que la mujer se encuentra como primera instancia en las entradas de las oficinas públicas.

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