Entrevista Paula Hernández – Tener puestos los lentes violeta

Paula Hernández Hirsch, es Magíster en Estudios de Género y Cultura, Mención en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y Antropóloga Social de la misma Universidad. Actualmente es Investigadora del Equipo del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) y como docente en la Universidad de Chile. Se ha dedicado a los estudios de género enfocándose principalmente en las líneas de investigación de Alimentación, Sobrepeso y Obesidad en mujeres, Desigualdad y discriminación.

¿Por qué quisiste estudiar antropología y específicamente en esta universidad? ¿Qué fue lo que te motivo?

Quise estudiar antropología, porque me gustaba mucho el área de las ciencias sociales y las humanidades en general.  Me interesaba cursar una carrera en que pudiese tener contacto con las personas y que pudiera de alguna manera ejercer algún tipo de transformación social, ese era como mi horizonte. Me gustaban las posibilidades que daba la antropología también, pensando en que tiene distintas áreas, como igual tenía algunas nociones de la antropología física, pero me interesaba también poder trabajar con personas en vivo, y por eso descarté áreas como la historia, por ejemplo, pero sí me parecía interesante la profundidad que podía entregar la disciplina como antropológica al comprender los comportamientos humanos, las interacciones sociales y culturales.

Cuando uno elige la carrera es desde una posición súper ingenua, tal vez media incluso ignorante, porque nunca es exactamente como uno se lo espera. Antropología fue creo que la única carrera que me propuse a estudiar, creo mi segunda opción fue literatura, y siempre fue la Universidad de Chile. Esta idea de estudiar en la universidad pública estatal, la más grande, con más prestigio, también por un interés académico de estudiar en esos momentos y espero que siga siendo, la mejor Universidad en Chile y digo espero, porque dada la contingencia, está un poco en riesgo la universidad pública en general.

¿Como fue que te inclinaste hacia el área relacionada con el género?

Para mí el género o esta inquietud, este malestar que provoca el hacerse conciente de ciertas discriminaciones, de ciertas injusticias, estuvo siempre conmigo, toda la vida. Cuando conocí los estudio de genero me pareció que era algo, que daba respuesta de manera teórica, académica a estas inquietudes que yo había tenido siempre, entonces no fue “una revelación” para mí, sino que fue más bien confirmar, poder nombrar, poder ponerle conceptos a ciertas ideas que yo ya tenía, ya tenía ciertos acercamientos al feminismo, por lo tanto para mí fue poder dotarlo de contenido teórico.

¿Y eso fue durante la carrera de antropología?

Yo diría que sí, pero lo que más me marcó, fue el haber empezado a trabajar acá en el CIEG. En algún momento entré a trabajar como ayudante con Michelle Sadler, en una investigación sobre gestación adolescente y yo creo que eso fue lo que más me marcó, porque también me permitió entender el género desde un quehacer disciplinar. O sea no sólo como una teoría que explicaba estos malestares, sino que como una manera de hacer disciplina, de hacer antropología que tenía que ver con el método, con la práctica, tanto con lo teórico y lo más intelectual.

¿Cómo fue el proceso del magíster en género?

Fue una mayor profundización y consolidación a nivel teórico y académico de una discusión que yo ya tenía incorporada en mi quehacer diario y en mi manera de mirar los distintos fenómenos sociales. Lo interesante fue la apertura, lo tenía súper claro, pero con conceptos medios estrechos y tal vez con explicaciones un poco estrechas, y se fueron ampliando, ir conociendo cómo las teorías de género se van cruzando con otro fenómeno y eso me pareció súper interesante. Haber cursado por ejemplo, el ramo que tuve con Guadalupe Santa Cruz, que era sobre “ciudad y genero” para mí fue maravilloso, entender cómo se configura la ciudad desde una perspectiva de género, me pareció muy revelador y es una de las áreas que me interesa poder profundizar, que no he tenido la oportunidad todavía, pero ya la tendré.

¿Tuviste alguna autora o autor que te inspiró, además de las profesoras?

Además de Sonia Monecino, que finalmente es la escuela que aquí manejamos, en el sentido que ella es la fundadora del centro, junto con Loreto Rebolledo, pero que también tiene una mirada y una propuesta teórica muy particular, muy propia y muy interesante también. Porque es una teoría que se gesta en Latinoamérica, y que creo que ese es un sello que tiene también el centro, y el magíster, también es una de las marcas que nos van uniendo, porque durante toda la carrera (de antropología) constantemente estamos mirando hacia Europa, y si no era Europa hacia Estados Unidos y creo que una de las fortalezas que tiene las teorías de género, es que tienen un desarrollo súper potente en América Latina y particularmente en Chile. Tenemos que reconocer eso siempre, respecto al aporte de Sonia, de las otras profesoras y de este centro. Entonces por cierto que me marcó.

Cursando el magíster, tuve la posibilidad de tener clases con Rita Segato y “Estructuras elementales de la violencia” para mí fue un hito importante, porque son esos momentos como de revelación académica, que uno en algún momento tiene. Eso de “lo estoy entendiendo todo ahora”, mucho más estructural, mucho más transversal. Rita tiene la capacidad de presentarte o de hacerte entender de una manera bastante amable y simple, fenómenos que son súper complejos, que uno puede ir saliendo de esta superficialidad que a veces te ofrecen como los slogan en los que podemos estar de acuerdo, pero que no son suficientes cuando uno quiere saber por qué pasan las cosas, cómo pasan las cosas.

Hay una transformación y una profundización de los estudios decoloniales con perspectiva de género o de la perspectiva feminista, que está en la discusión actual, totalmente vigente. Que además hace un reconocimiento, desde las epistemologías otras, las epistemologías del sur y de las maneras de conocer diferentes. Construir un pensamiento propio o para poder situar de alguna manera mi propio pensamiento, es súper bonito cuando uno tiene como ese momento de revelaciones ¡Wuauu, esta intuición que yo tenía, sí se ha plasmado en los trabajos de otras personas! Eso es como bonito, muy interesante, que me pasó en ese minuto. 

¿Te identificas como feminista? ¿Cuando te pusiste los lentes violetas, que explicas en clases?

Yo me identifico como feminista, no tengo en este minuto una militancia como en algún grupo o algún colectivo, pero sí, mis lentes violetas los tengo puesto desde bien chica, desde mi participación en el colectivo feminista a los 15 años por ahí. Ahora cada vez uno va descubriendo más cosas y estos lentes se van un poco ajustando, va siendo capaz de ver más cosas y en mayor profundidad que las que había visto antes. Una de las primeras grandes molestias que tenía, era porque me gritaran cosas en la calle o porque no me sintiera segura al salir, o porque me pusieran ciertas trabas por el hecho de ser mujer, tenía que cuidarme más o que me trataran distinto, pero a medida que va pasando el tiempo, se van haciendo evidentes otras cosas.

Es mucho más grande la discriminación y mucho más estructural, las mujeres ganamos menos plata por igual trabajo, en los temas de crianza y cuidados, que se adosa siempre a la mujer la responsabilidad de la crianza y el cuidado, que tiene que ver también con distintas etapas de la vida. Ahora tengo más visión periférica y ya nunca me los pude sacar digamos, y todo lo que veo, todo lo que pienso, todo lo que analizo, siempre va a estar como visto a través de este filtro y me permitió también hacer ciertos cruces.

También me parece que hay un cambio generacional  importante, el movimiento estudiantil y el surgimiento de nuevas problemáticas, que se han hecho visibles y me parece refrescante y necesario también en la medida en que uno no está sola. Cuando yo estaba en pregrado, hablar que una era feminista, no era tan fácil, no era tan simple, no era tan aceptado y en cambio ahora, es más el lugar común digamos y el ser antifeminista, o no feminista es bastante más mal visto.

Esto nos permite hacer un tránsito, a que nuestro piso mínimo de lo que vamos a estar exigiendo vaya creciendo, tiene que ir avanzando aquello que consideramos como lo básico. Mirando no sólo desde la universidad hacia afuera, sino que hacia adentro de la propia universidad. Me parece que es fundamental, hace 15 o 20 años hubiese sido imposible hacer una investigación sobre cuanto ganaban los hombres, cuanto ganaban las mujeres en la universidad, porque no se consideraba un problema, no se consideraba una realidad, se negaba la existencia de esa situación. Ese cambio es súper interesante y sólo lo ha permitido el que más personas se hayan puesto estos lentes y que estos lentes, se hayan ido afinando permitiendo profundizar y ampliar la mirada.

¿Como ha sido tu experiencia en el CIEG, que es lo que más te gusta de ser docente e investigadora del centro?

Para mí ha sido el espacio de inicio y consolidación profesional, académica e intelectual. Para mi es un espacio súper importante, le debo a mis colegas todas las reflexiones, conversas e intercambios ciertamente. Al mismo tiempo tenemos una manera cotidiana, una ética de trabajo que también tiene perspectiva de género o que también es feminista y en ese sentido creo que somos capaces de establecer maneras de relacionarnos, códigos laborales distintos. La universidad es como un elefante que cuesta moverlo hacia estas transformaciones, los cambios son lentos, tienen una institucionalidad muy dura, pesada, una burocracia muy grande  y con todo eso somos capaces de establecer otros códigos, otros criterios. Que nos permiten dentro de nuestra precariedad laboral, tener un ambiente de trabajo agradable, fecundo intelectualmente pero también comprensivo y que aporta mucho en lo individual también.

Respecto a la docencia, la posibilidad de compartir, de poder nombrar y conceptualizar estos malestares. Poder transmitir eso a otras personas, es lo que me parece más interesante. No tanto el tener una audiencia, un público para repetir cosas, sino el poder compartir con otras personas y aquí me refiero especialmente a las estudiantes de los diplomados, que muchas veces trabajan en estos temas directamente. El ver como ellas que están día a día en contacto con estas situaciones de violencia, que trabajan en casas de acogida de la mujer, que trabajan en los PMG de género, en distintas cosas. Cómo ellas van adquiriendo herramientas para poder decir lo que pasa, la causa y como se va a resolver también.

Me parece que es bonito de ir viendo como estos lentecitos de género se van multiplicando y que tenemos un cierto lenguaje común. Lo que ellas te pueden aportar también a ti, me parece que es lo más bonito, ese intercambio y ese dialogo que se produce. Respecto a la investigación que para cualquier persona que trabaja en la universidad es lo más interesante, es la posibilidad de conocer como de primera mano, ciertas realidades, ciertas situaciones, de poder tener también la capacidad de corroborar con datos, cosas que nos imaginamos, qué pensamos. Solo está presente en la academia y en la universidad, es muy difícil hacer investigación desde otros lugares, por lo tanto también es una de las cosas que más me gusta.

Cuéntame sobre tus investigaciones más significativas, por ejemplo la investigación relacionada con la alimentación y salud de las mujeres.

Fue súper bonito un proyecto que hicimos, que era un proyecto FONIS (Fondo Nacional de Investigación en Salud) en el que trabajamos con mujeres pobres, indagando respecto como las pautas culturales para la prevención y control del sobrepeso y la obesidad. Bueno, hubo mucho resultado de ese trabajo, yo rescato que pudimos trabajar multi disciplinariamente, trabajamos con personas del área de salud, lo que fue interesante y desafiante también, los lenguajes son distintos, las maneras de ver y de abordar la investigación son distintas.

Sin embargo nos permitió decir, oye desde la ciencia sociales podemos hacer un aporte, tenemos una mirada, tenemos una perspectiva que ustedes no han contemplado y que sin esa perspectiva estamos dejando una parte fundamental del problema afuera. Corroborar que cuando uno aplica la perspectiva de género a distintas realidades encuentra cosas nuevas, entonces el analizar el tema de la obesidad desde una perspectiva de género que era algo que tal vez no era tan obvio, ni tan evidente, nos permitió encontrar muchos datos nuevos, eso me permitió también conocer la línea de investigación y avanzar en esa línea, que es algo que  sigo desarrollando hasta ahora. Estamos junto con profesionales del INTA, desarrollando un magíster en clases de nutrición infanto-juvenil y va tener perspectiva de ciencia sociales y espero que tenga perspectivas de género también, hice en base a esa investigación mi tesis de magíster que también fue tema de alimentación y de organización del mundo doméstico.

Hay un par de investigaciones mucho mas chiquititas y tal vez menos académicas que para mi han sido importantes. Una de ellas fue lo que hicimos a raíz del terremoto en Pumanque, que es una localidad que fue afectada en el terremoto del 2010. Nosotros como CIEG, nos reunimos con otras académicas de la Facultad de Filosofía y Humanidades e hicimos un proyecto que no era propiamente de investigación, sino de extensión y me pareció que ese trabajo también fue súper bonito y lo que ganamos nosotras, de manera  personal, fue tan importante como lo que pudimos dejar allá.

Otra investigación que también fue muy pequeñita que nos encargo la Vicerrectoria de Extensión y Comunicaciones es la investigación sobre acoso sexual. Me parece súper importante porque marca de alguna manera un avance en el mirarse hacia adentro de la universidad, el mirar como estamos construyendo universidad, como estamos construyendo los vínculos sociales al interior de la universidad y también poder practicar la perspectiva feminista dentro de la universidad. Hemos ido cimentando el establecimiento de política y de transformaciones en las relaciones sociales dentro de la universidad,  desde que hicimos el primer estudio, que fue el “Del Biombo a la Cátedra“, junto con la vicerrectoría y con más gente, hemos ido viendo esos avances y eso ha sido súper importante, poner en práctica algo que me gusta mucho en la antropologia, que es el conocimiento a través de la escucha, puedo conocer de un fenómeno en especifico, pero también tengo la posibilidad de escuchar a las personas , que lo viven y que lo sienten. El hecho de que se norme el acoso sexual, nos sigue pareciendo poco, pero es algo que no teníamos. Nos vamos a hacer cargo de esto también y lo vamos a cambiar y lo vamos a transformar y a mejorar. Tal vez no han sido las investigaciones como más grandes, ni las más productiva en termino academico, pero sí me han marco a mí, en cuanto a la posibilidad de cómo hacer antropología, y hacer antropología del género.

¿Cual es tu libro de cabecera o puede ser una serie? acá en el CIEG hay un conocimiento interesante sobre las series…

Tenemos un amor por la cultura pop, profunda en este centro, porque además es un espejo de la vida misma. Permite mirar el mundo también a través de los ojos de otras personas que, nunca deja de ser. Violencia de género de Rita Segato, me marco harto y no sé si sería mi libro de cabecera porque me parece muy estrecho pensar en uno solo, pero eso sí me marcó bastante y bueno, nuestro amor colectivo por lo de las series del momento, tiene también que ver con un espíritu de no quedarnos solo en lo abstracto intelectual y en los libros. A veces puede ser un poco agobiante, esto de ponerse los lentes de género y ver todo, como desde la posición de la opresión o desde la posición o de este develamiento, de esta violencia estructural, de esta discriminación, injusticia, opresión que son estructurales.

Necesitamos también una vía de escape, pero esa vía de escape no tiene por qué ser simplemente una evasión, sino que todo lo que conversamos y respecto a lo que nos reímos y las series que vemos, también llevan ese análisis. La serie del momento por ejemplo es “Orange is the new black”, una serie que trata sobre las vidas de un grupo de mujeres dentro de una cárcel de mínima seguridad de E.E.U.U, y nos permite hacer análisis súper interesantes que van desde la alimentación, hasta roles de género o la sexualidad, pasando por la raza, que al ser algo de ficción nos permite quitarle un poco esa carga emocional, porque puede ser muy fuerte estar todo el tiempo hablando sobre violencia, todo el tiempo viendo y teniendo noticias. Situaciones, respecto a que ya sabemos la causa, pero no podemos plantear ahora ya, la solución. Las series son nuestro placer culpable, pero ni tan culpable tampoco, no es frivolidad, creo que nos aportan bastante.

Por último ¿cuales son las proyecciones de tu trabajo?

Estamos manteniendo la investigación respecto al área de alimentación, además estoy participando dentro de un proyecto FIA junto a Sonia Montecino y con un equipo más grande haciendo inventarios patrimoniales. Estamos haciendo el magíster de alimentación de nutrición infanto-juvenil en conjunto con el INDA.  Con Isabel Aguilera (profesora de la Universidad de Tarapacá) estamos editando un libro con las presentaciones que se hicieron en las jornadas de alimentación y cultura hace un par de años, así que esa es una área que ciertamente voy a seguir desarrollando y que me interesa, aunque siempre falta el tiempo y los recursos. El tema de “espacio y género” sería mi norte o mi sur más personal, es un área que quiero introducirme, que siempre está presente también, cruza las otras investigaciones, pero esa sería la proyección.

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