Entrevista Carolina: En mi caso, lo personal ha sido político y académico.

Carolina Franch Maggiolo, es Antropóloga Social y Doctora (c) en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Realizó un Magíster en Estudios de Género y Cultura, mención Ciencias Sociales con excelencia académica. Actualmente es Directora (s) del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) en el cual se desempeña como investigadora y docente en los Programas de Magíster y Diplomados.

¿Por qué Antropología, y no otra carrera?

Fue por casualidad, yo era más humanista en el colegio y en tercero medio me metí en todo lo que es historia, castellano. En ese tiempo, podría haber sido profesora de historia, socióloga y por esas cosas de la vida, cuando salí fue como ¡antropología! que era como historia, ver las culturas, la gente. Vi la malla curricular y me pareció interesante poder explorar académicamente, otros territorios del Chile no oficial.

En un momento creí que sería profesora de lenguaje y comunicación o de historia, si no, lo típico que uno dice: derecho. Pero mis profesoras me dijeron: “sabe que usted no estudie para profesora”. Eso me daba mucha pena porque decían “tu puedes más” y sentía que desvalorizaban esa opción. Yo era de las que enseñaba en el colegio y me gustaba la docencia. Cuando llegué a la carrera de antropología, -que en realidad en mi tiempo no era tan buena, muy poca teoría-, sí descubrí un mundo de líneas teóricas, y una de esas líneas fue el género.

¿Por qué te inclinaste por el área relacionada con el género?

A veces creo que la vida me lleva a mí y no yo a la vida. En ese minuto la carrera estaba pasando por un desorden, pasé por una de esas tomas súper grandes al tiro. Una huelga de dos meses y medio me llevó a entender de política, pero de estudio no mucho, tenía profesores no tan buenos. Entrando a un curso por descarte, porque me topaba con otro, elegí antropología del género y en antropología culinaria, en donde estaba Sonia Montecino. Aunque era antropología culinaria, había mucho género, y yo evidentemente y para toda mi generación incluso, fue un ramo súper potente en términos teóricos, prácticos y políticos. Nos hizo funcionar la cabeza y entender que la academia que hacíamos era discriminadora.

Nos puso en tensión muchas cosas, no en términos de apología ni demagogia, sino que nos puso en investigaciones, en prácticas, cifras y formas. Eso a mi me cautivó, yo diría que después del año 99, es como que a uno le sacan una venda. Esa diferencia, cual causaba discriminación, tiene que ver con cruces de variables como la raza, la clase, y ahí se me abrió un campo, un campo que fue el género. Tal vez lo hubiera encontrado en otro lugar, pero yo lo encontré ahí tomando un buen ramo. Estaban haciendo otro tipo de academia, al que yo me había enfrentado y de ahí para delante le pedimos a Sonia que hiciera otro ramo y cuando yo salí de la carrera me metí rápidamente al magíster en género.

¿Cómo crees que se relacionan las mujeres con la academia?

Ser mujer en América Latina es peligroso, ser mujer en la academia es complejo. Y mujer en ciencias es uno de los núcleos duros del machismo, el sexismo y la discriminación. A veces cuesta más decirlo, porque la academia se posiciona como un lugar progresista, que es democrático, y te das cuenta que eso en el manejo cotidiano no es así. Yo diría que el discurso, la práctica cotidiana en la academia, es muy compleja. Asumiendo su compleja institucionalización y su discriminación, por ejemplo, yo pienso, en esta facultad, -y de eso “Del Biombo a la Cátedra” dio cuenta-, como capital humano avanzado son las mujeres las que tienen mayor especialización y son las que no están contratadas ocupando menores cargos, tiene un registro. Entonces, ¿que es ser mujer y académica? Es desilusionante. Uno invierte un montón de tiempo para capacitarse y autoformarse y seguir en una escala que  apesar del discurso que dice: “aquí están los mejores”. No siempre están los mejores.

Un colega tuyo gana más sueldo, tiene más poder que tú, no tengo problema con que alguien tenga más o menos poder, pero no cumple los criterios que a ti te hicieron cumplir. Ni los mismos beneficios, la mayaría de los beneficios con goce de sueldo se los llevan los hombres. En mi doctorado nadie me dio ningún permiso, yo tuve que ajustar mi carrera para seguir haciendo la pega y seguir estudiando, cosa que mis colegas sí han tenido. Si tiene una dificultad mayor, las mujeres tienen que duplicar sus esfuerzos para cumplir los estándares que se desean y cuando llegan a esos estándares, después no se les evalúa de la misma manera. Es medio desilusionante, pero es tremendamente desafiante.

A mí me gusta la academia, asumiendo que las instituciones en general son bien discriminadoras, pero la academia es un lugar donde yo me siento feliz. En la docencia, me siento súper plena, cuando investigo me nutro, eso me dio la antropología, la conversación de poder entender el pensamiento de otro lugar y ese lugar no es sólo para saber, como un vampiro, sino para dialogar y hacer conocimiento con otro y conmigo.

A mí la academia me parece un desafío que me hace muy feliz. Propone desafíos que son de distintas áreas, el vínculo con el medio es maravilloso, la docencia/investigación me hace tremendamente feliz. Lo que menos me hace feliz es la gestión universitaria, pero que aun así esto de construir universidad sobre todo el Chile de hoy, aunque se hable de educación pública parece que no queremos educación pública. Estar en un lugar que sí cree en la educación pública y en la formación de las personas. Esta Universidad de Chile uno la puede odiar por tanta cosa engorrosa, esta cosa burocrática, pero tiene una cosa política bien interesante que me motiva mucho, me siento parte de un Chile mejor.

Actualmente eres candidata a doctorado ¿Como lo ves en comparación con el magíster?

Es un proceso mucho más largo, al magister entré porque me gustaba mucho. Estaba convencida que el género era un lugar donde yo quería estar y el doctorado lo pase bien, pero es el doble de tiempo, la exigencia. El magister en mi tiempo era un pequeño doctorado, es uno de los magister más antiguos de la facultad, con un montón de créditos pero todo lo que me hacía me gustaba, era una explotación profunda en termino académicos, además el curso fue muy potente, fue un minuto de estudio maravilloso, que con 10 años de diferencia entre uno y otro, era mucho más joven, era súper distinto. A mí me gusta la academia y hacer un doctorado en Chile es casi una obligación.

Pero yo estoy inserta en una Facultad de Ciencias Sociales, más bien escoger un doctorado tiene que ver con seguir con una lógica y yo mi doctorado lo pasé bien, pero fue un doctorado muy en sociología por ejemplo. Como era en ciencias sociales me hubiera gustado esperar tener teorías psicológicas, pero no tuve nada. El doctorado fue un poco frustrante en su nombre con lo que yo obtuve, aprendí mucha teoría sociológica, pero me metí buscando una lógica, cosa que no encontré. Ahora de que sirve para el desarrollo profesional, sí. Pero de repente pienso que debería haber estudiado otro doctorado. Pero de todas maneras estoy súper agradecida haber hecho una experiencia en doctorado, de esa formación y de entender, de debatir; pero esperaba ciencias sociales, no sociología.

Cuéntame sobre tu tesis de doctorado, sobre la aplicación de la Ley Antiterrorista en Chile.

Bueno yo creo que son dos lógicas, mis dos tesis anteriores -de magister y de pregrado-, había dialogado con la genealogía o la dinastía femenina de la familia. Eran tesis sobre cuerpos, mujeres y alimentación, con una vertiente de teoría de género potente. Y en la tesis de doctorado, dialogo con la dinastía masculina, más bien con el derecho, porque mi papá es abogado. Ahí hay un inconsciente, yo esto lo digo después. Y porque quería seguir abordando teoría de género con raza, era un tema pendiente, había visto mucho género pero sin raza y este era un lugar para fusionar o hacer una amalgama de dos temas. Además de la literatura que estaba leyendo en el 2010 que me había presentado Rita Segato, que era la discriminación racial cruzada con género. Entonces en ese cruce teórico y en este dialogo inconsciente con el género, es un lugar donde yo quiero reflexionar.

Condensé dos lógicas, porque lo que se está viendo cuando yo inicié el doctorado, es que la aplicación de la Ley Anti Terrorista estaba siendo súper cuestionada. Dije vamos a explorarla y dije vamos a explorarla desde este lugar, que es desde el género con el cruce de raza. Ha sido súper interesante  en este sentido, porque he logrado reflexionar autores de una manera crítica y adentrarme en un terreno que yo lo tenía totalmente fuera y en ese sentido ha sido un desafío difícil, porque tiene que ver con el derecho, que es otro lenguaje, un lenguaje jurídico, es una lógica distinta del mundo que yo me relaciono.

Ha sido un desafío, porque hay que meterse con temas legales, decretos, números, que las interpretaciones no son cualquier interpretación. Porque la ley es la ley y tiene que ver con lógicas dogmáticas, pero creo que subsane dialogar con las dos dinastías o fuerzas radicales, que han compuesto mi vida que es lo femenino y masculino. Yo dialogo mucho dentro de la academia, mi conocimiento personal pasa por el tema académico. También ha sido un buen lugar para armarme y desarmarme, personal y profesionalmente. Lo personal ha sido político, bueno en mi caso lo personal ha sido político y académico. Son buenos lugares para conocerme, la academia me ha permitido conocerme y conocer los tránsitos que uno tiene.

¿Cómo ha sido tu experiencia como directora subrogante del CIEG? ¿Qué es lo que más te gusta de ser, docente o investigadora?

Bonita la experiencia en general, desafiante y cuando digo bonita, no digo que no implique dolor, tensión, cuestionamiento. Pero ha sido una experiencia súper grata en ciertos aspectos, porque asumí súper joven y es porque tengo dos maestras potentes, Loreto Rebolledo y Sonia Montecino. No sé si con tanta conciencia o no, pero dejaron a una chica, una mujer joven e inexperta en términos profesionales, pero tuvieron esa generosidad y esa fe. Esa confianza en una mujer joven, que ellas mimas habían formado. Esa es la academia que también hace el feminismo. Tiene que ver con un sistema afectivo, no en el sentido que nos apapachen, sino con una formación. Tiene que ver con una pedagogía de vida. No es con todos, hago una pequeña comunidad con gente que formo y su formación es mucho más compleja que tiene que ver con un proceso cíclico y eso ha sido muy grato en esta dirección. He estado muy acompañada, no ha sido un lugar aislado, además no solo en temas de liderazgo, de jefatura, ha sido bastante acompañado en términos de formación.

Claro uno puede meter mil veces las patas y cometer miles de errores, pero desde arriba tenías esta contención. A veces me sentí en el abismo, pero siempre sentí esto como las tirolesas: te caías pero no te estrellabas. Eso tiene que ver con gente que te formó antes y que estuvo ahí y también con hacer bueno equipos. Si a mí algo me enseñaron era hacer equipo, los trabajos individuales no tienen ningún sentido sobre todo en la academia. La academia es pensamiento co-construido, no es que uno tenga una idea sino que este lugar es en los pasillos, es en la docencia, es en el aula. en la conversación, en la relación uno va generando conocimiento. Entonces el conocimiento propio propio, no tiene mucho sentido, y eso se explora mucho mejor en términos de trabajo colectivo. A mí lo que me enseñaron es la lógica del trabajo colectivo.

He tenido la suerte que en el trayecto laboral, que es la gente que está, pero que también estuvo antes y que tienen apuestas políticas súper importantes, pero que también tienen ética. Nos llevamos muy bien en lo personal, pero también en lo ético y político. Son súper responsables, sobre todo mujeres, con las que hemos hecho un núcleo de trabajo. Y no es tan poco tiempo, con Paula llevamos casi una década, con Viviana casi 6 años, con Manuela también y con Elisa que es la más nueva. Pero tiene que ver con una lógica de crecimiento personal y profesional, no solo individual, sino que sea puesta en esta plataforma que se llama CIEG y quienes trabajan aquí piensan parecido. No es imponer una lógica, es como hacer formación y academia. Ha sido muy grato. Lo que no es grato es lo institucional y lo tiene que ver con la Chile, son dos lógicas que si bien es cierto funcionan dentro de la misma institución, son lógicas que muchas veces son contrarias, entonces uno pide que se resuelvan mas institucionalmente. Mujeres especialistas en estos temas.