Columnas de Opinión Estudiantes del Diplomado Género y Violencia – Infancia, Género y Violencia

El Diplomado de Extensión Género y Violencia es un programa que comenzó a impartirse como Curso de Especialización el año 2010, debido al creciente interés por abordar ambas temáticas desde una perspectiva crítica e interdisciplinaria. El 2013, este curso se consagró en un Diplomado de Extensión, teniendo sólo 12 estudiantes. Este año (2016), 28 estudiantes de diferentes áreas profesionales cursan el diplomado, demostrando que la violencia analizada desde la perspectiva de género es una temática crucial para la transformación de la sociedad hacia relaciones éticas, igualitarias e inclusivas de género.

Como parte de sus actividades de evaluación, los y las estudiantes realizan trabajos escritos de análisis y reflexión crítica sobre los temas trabajados en clases. Esta semana publicaremos algunas de sus columnas de opinión, en donde reflexionaron en un tema de elección personal. 


Adultocentrismo y abuso sexual infantil.

Por Carolina Álvarez

Hace unos meses atrás fue noticia nacional que en la comunidad de Paillaco, Valdivia se develó que varios hombres de un grupo familiar, entre ellos el abuelo, el padrastro, tíos y primos abusaron sexualmente de dos hermanas por casi 10 años. Esta horrible realidad se dio a conocer luego que una de las víctimas de 16 años se intentara suicidar. (www.eldinamo.cl/ … violo-a-dos-menores/)
Lamentablemente, esta situación pasa todos los días tanto en nuestro país como en el resto del mundo… alguien una vez osó preguntar ¿Chile, país de pedófilos? Y, me atrevería a decir que sí, somos un país que silenciamos el abuso, somos cómplices de la indiferencia social, familiar, institucional, y permitimos que la violencia, el abuso sexual sea perpetuado transgeneracionalmente.
Fue la clase pasada cuando ahondamos sobre el concepto de adultocentrismo y el género como una categoría analítica, que me volvió a la mente este caso y otros tantos que he conocido, ya sea por las noticias, en la vida o por el tiempo que estuve participando en la fundación para la confianza.
Me llama mucho la atención en cómo se señala e identifica a este tipo de agresores llamándolos “enfermos”, como si estuvieran privados de voluntad, aquejados de algún síndrome. Se categoriza como un enfermo, pero no se discute el hecho que en nuestra cultura “la colegiada” sea portada de diarios y revistas asignándoles un contenido erótico y sexista, y que la “lolita” “la niñita” “la mamita” sean símbolos sexuales, que alimentan la sexualidad machista.
Ahora me pregunto ¿serán enfermos? ¿Son enfermos? aquellos que hicieron de la violación un pacto familiar, aquellos que a través del abuso y violencia sexual se apropiaron de los cuerpos de esas niñas… Aquellos que se hicieron parte de la cofradía…
Creo que la mayoría de nosotras crecimos escuchando frases de los adultos, que nos hicieron parte de una sociedad funcionalista, la que espera e incentiva a que las niñas y los niños obedezcan a las personas adultas sin cuestionamientos, que reproduzcan la forma adecuada de ser un “buen niño” o “buena niña”. Recuerdo, que no debíamos ser “contestadoras”, no debíamos intervenir en “conversaciones de adultos”. El mensaje era y es claro, un niño o niña no puede cuestionar las acciones, decisiones e imposiciones de los adultos, (el lenguaje construye realidades) construyendo un estereotipo generacional sobre las niñas y los niños como seres inferiores, necesariamente situados bajo el poder y autoridad un “otro adulto”. Pareciera ser que desde la crianza clásica normativa, los niños y niñas carecen de voz, de identidad, incluso de sexualidad. La construcción adultocéntrica de la niñez los aparta como “no sujetos”. Entendido «en términos estrictos, el monopolio patriarcal es ejercido por los varones designados social-mente como adultos. […] Contiene [el patriarcado] la práctica de un adultocentrismo, por el cual la autoridad legítima y unilateral reposa ‘naturalmente’ en los adultos y también en las prácticas de discriminación de género con dominio patriarcal» (Gallardo, 2006; 230; Abaun-za et al., 1994).
La Fundación Para la Confianza en octubre del 2014, realizó una encuesta online y anónima a través de internet sobre Abuso Sexual Infantil en Chile, del total de 1.087 personas, 472 (el 43%) declararon haber sido víctima de abuso sexual infantil, un 48,5% de las mujeres y un 26,7% de los hombres reportó haber sido abusado sexualmente en la niñez .www.paralaconfianza.org/ … l-infantil-en-chile/
Entendiendo, que patriarcado ha permitido la concentración de posiciones de poder de dominio en varones adultos, y que contiene al adultocentrismo, en este sentido las niñas y niños se encuentran en un sistema de doble opresión. No obstante es mucho mayor el número de niñas, las que sufren violencia sexual.
Un testimonio, que puedo rescatar a través de un proyecto de la fundación para la confianza, que consistía en que personas adultas que vivieron episodios de abuso sexual en la infancia, pudieran compartir anónimamente sus experiencias a través de las redes sociales, con la intención de visibilizar el abuso sexual en la infancia, una mujer cuenta que cuando tenía 10 años y llevaba varios años siendo abusada por un familiar, en una ocasión cuando el agresor intento perpetrar un episodio de abuso acudiendo a su habitación, mientras los demás familiares no estaban en casa, ella pudo evitar el ataque empujándolo y cerrando la puerta con fuerza e hiriendo los dedos del agresor. Luego cuando pasaron las horas y su madre llego, fue acusada por el propio agresor por tener esa actitud “atrevida” y “agresiva” hacia el adulto a quien le debía respeto y sumisión, la reacción de su madre, fue obligarla disculparse a su agresor. La niña, sin entender que su acto de liberación y defensa significaba un atentado para la estructura, tuvo que abrazar a su agresor rogando por disculpas.
¿Alguien le pregunto a esa niña por que actuaba así? Dentro del imaginario adultocéntrico ¿los niños y niñas tienen pataletas sin razón alguna? ¿No son los niños sujetos de opinión? Lamentablemente, los niños y niñas son invisibilizados como sujetos, como personas con sus propias identidades e individualidades, siendo imposible de apreciar a través de la mirada adultocentrista.
En la noticia anterior, las niñas victimas del pacto machista y de violaciones reiteradas ¿fueron escuchadas? Alguien podría decirme que no hablaron, que por miedo guardaron silencio… sin embargo, siempre hay indicios, siempre hablan, el cuerpo habla… Si bien es cierto la palabra infancia proviene del latín infant a, cuyo significado primario alude a la incapacidad de hablar y define a los înfantis como aquellos que no tienen voz, pero también “significa portador de otra voz. Una voz distinta a la del paradigma utilitarista adultocéntrico” (J.Murillo), una voz que es nuestra obligación se debe hacer visible.


Niña encerrada por protección: ¿Un cuerpo que no importa?

Por Constanza Cid

Han transcurrido pocos meses desde que los medios de comunicación, autoridades del “Servicio Nacional de Menores” (SENAME), políticos y casi “quien pudiera”, bajo diversos discursos, exponen la vida y la muerte de una niña que fallece en abril de este año en dependencias del Centro de Protección Administración Directa (CREAD) Galvarino, lugar cerrado, ubicado en el centro de la Región Metropolitana…cerca de todo y todxs. Exponen su nombre completo, su imagen, su rostro, sus escritos, videos, sueños, sus incontables momentos de fragilidad y exclusión. De manera tal, como si mostraran un cuerpo desnudo, desprovisto de decisión, cuerpo que solo muerto fuera “digno” de ser público.
Por lo anterior, con el respeto que a mi me merece su existencia, me limitaré tan solo a acercarme, en el intento de no continuar exponiendo su profunda subjetividad, si no que analizando aquellos discursos oficiales e ideas que pretendieron significarla frente a la audiencia de espectadores del “desenlace fatal”.
Entre los discursos que circulaban y se instalaban desde la oficialidad que desnudaban la vida y muerte de la niña, aparece Marcela Labraña, hasta entonces directora nacional del “Servicio”, quien frente a un hecho -solo en esos momentos, solo cuando la muerte emerge- de expectación “Nacional”, versaba en conferencia de prensa, frases rebosadas de simbolismo, tales como:
“Ella estaba llevando un tratamiento bien administrado”.
“El día domingo ella estuvo esperando a un familiar muy cercano, la cual no llegó (…) Ella tenía un estrés post traumático de un abuso sexual intrafamiliar y el día domingo estaba esperando que la fuera a visitar un pariente muy cercano a ella y el día domingo eso hizo que se descompensara”.
“Una niña que llega a una residencia del SENAME no llega por gusto, ni nosotros quisiéramos que llegara, llega porque tiene una situación de riesgo vital en su propia casa, es por su propia familia está siendo abusada y maltratada”.
Diversos elementos que surgen en el contexto de la vida expuesta, desde mi perspectiva son necesarios de relevar, en tanto se introducen con una intención comunicativa, en un intento de simbolizarla y significarla. Por una parte emerge desde la autoridad, la necesidad de trasladar responsabilidades solo o en gran medida al espacio micro, a la familia. Desconociendo, en términos biopolíticos y tomando a Foucault, “la gestión de vida”, como si ella no hubiese estado en un centro residencial, como si las instituciones, el Estado, el Saber-Poder, no hubiesen influido directamente en su trayectoria vital y mortuoria. En un gesto que evidencia la necesidad de individualizar, en tanto es la niña quien se descompensa porque no había llegado un familiar, no hay nada más, es ella y su madre. Esta última a quien se la presenta como si fuese la responsable pues “ella no llegó”, Mujer cuyo rol maternal promovido por la sociedad patriarcal, no es tal y se sale de la norma, por tanto hay que culparla, castigarla y encausarla, por lo menos desde el discurso oficial.
Así mismo, presentar a la niña, como si lo vivido fuese susceptible de materializar solo en su cuerpo, como si solo ella estuviese encerrada bajo el emblema de la protección de derechos en un CREAD , me parece que es una acción de ocultamiento que busca invisibilizar a Otros miles de niñxs en palabras de Butler (En “Cuerpos que importan”, 2010) “Abyectos”, es decir, arrojados fuera, desechados, excluidos o inhabitables de la vida social, obnubilando que opera un modo de administrar a esas “Vidas Precarias” y gestionar sus malestares. No es cualquier persona que se arroja a la muerte, es una sujeta en donde se intersectan múltiples modos de opresión-exclusión en tanto cuerpo infantil, mujer, pobre o empobrecida y con una “enfermedad mental” de larga data.
Al alero de lo señalado inevitablemente surgen interrogantes ¿Cómo se hubiese tratado su muerte de haber sido significada niño? ¿Se hubiesen centrado en lo vulnerable de su cuerpo o en su disruptivo actuar? ¿Qué hubiese ocurrido de no haber vivido una vida precarizada? ¿Cómo se la significaría si hubiese estado en un centro de infracción de ley?
Pareciera ser que múltiples reflexiones y preguntas serían posibles, sin embargo, resuena permanentemente Foucault y Butler, al reflexionar que en esta sujeta-niña y en su cuerpo, el Estado chileno enrostra que no potencia cualquier vida, pues ésta evidentemente la arrojó a la muerte, de modos múltiples; en tanto en su trayectoria vital tuvo diversas limitaciones socioeconómicas, vivió por largos años en una residencia de SENAME donde desde hace un tiempo, se han visibilizado (por ejemplo con reportajes de CIPER Chile, documentos de UNICEF, ETC.) que no cuentan con las condiciones óptimas para el desarrollo integral de un niño o niña (Baja capacitación del personal, infraestructura cuya capacidad de usuarios rebasa las condiciones materiales del recinto, entre otros) , además, su malestar subjetivo fue abordado principalmente desde la “medicalización”, siendo su deceso una expresión de que dicho tratamiento pudiese no haber sido el más adecuado y el que respondiese a sus necesidades reales. En definitiva, el Estado “Protector” permitió y sigue permitiendo que ella y muchos Otros niñxs de sectores empobrecidos hagan carne día a día la vida precaria, siendo la impunidad otro modo de reforzar que para estos cuerpos no hay justicia.
Una niña cuya vida resultó en gran medida invivible a mi y tengo la certeza que a muchos Otrxs si importa.


Por una infancia empoderada de su cuerpo.

Por Sofía de la Fuente

Niños y niñas reciben constantemente mensajes del mundo que les rodea. En torno a sexualidad y género, es muchísima la información que reciben desde todo tipo de emisores. Desde lo que observan en las relaciones humanas dentro de su contexto, a lo que la familia les transmite, a lo que la escuela enseña –u omite-, a lo que la televisión y la publicidad presentan; y el mensaje siempre es más o menos confuso, porque en general, ni la familia, ni la escuela, ni los publicistas, se hacen cargo de él. El hecho de que los paradigmas de género comiencen a hacerse presentes desde tan temprana edad, repercute directamente sobre la forma en que niñas y niños se ven a sí mismas/os y a los/as demás, de donde se desprenden varias consecuencias: la primera de ellas es que la desigualdad y las discriminaciones de género comienzan precisamente en la infancia. Ciertos patrones de conducta asociados a los roles masculino y femenino, comienzan a hacerse no solo patentes, sino también de alguna manera obligatorios. Obligatorios en la medida en que salirse de esas normas implica, desde muy chicos/as, ser señalados/as con el dedo. Implica que nos pregunten, que nos corrijan, que nos llamen “maricas” o “machorras”, que nos aíslen, e incluso que nos castiguen. En la escuela implica verse expuesta/o al bullying, que muchas veces proviene no solo de compañeros/as, sino también de parte de profesores, profesoras y apoderados/as. Podríamos afirmar que los paradigmas de género constituyen un aprendizaje social introducido violentamente, en la medida que pareciera que solo adaptándose a ellos recibiría una persona el reconocimiento, los derechos y el respeto que debería recibir por el simple hecho de ser persona.
La relación entre infancia y género es especialmente interesante además por el hecho de que la infancia constituye una forma de estar en el mundo con otros/as desde una casi absoluta mudez. La voz de niños, niñas, niñes, rara vez es escuchada por el mundo adulto de manera seria, de manera sincera. Pocas veces puede un/a infante realmente elegir cuestiones determinantes: escoger su nombre, su género, su escuela. Y pocas veces les es reconocida la libertad de pensar por sí mismos/as. Si, por ejemplo, llega a ocurrir que un niño manifieste su deseo de ser niña, o que una niña manifieste su deseo de ser niño, la situación resulta embarazosa y la mayoría de los padres y madres tratará de rectificar y suprimir semejantes aspiraciones. Si, por el contrario, el deseo de ese niño o niña resulta escuchado por su madre y/o padre, y se le da la libertad de <<transformarse>>, la situación se convierte en un escándalo para su entorno, sobre todo en el espacio escolar. El escándalo se suscita no solo porque se considera inaceptable que un niño, con pene y testículos, quiera ser reconocido como niña, o que una niña, con vagina, quiera ser reconocida como niño, sino sobre todo por el hecho de que “son solo niños/as”, “¿qué sabe un niño de sexualidad?”, “¿qué sabe una niña de género?”. Se considera una falta de criterio, de parte de las y los adultos responsables de ese niño o esa niña, hacer caso de semejante “capricho infantil”. En este tipo de situaciones la discriminación es doble: de género, por un lado, porque se obliga a una identidad de género, basándose en la idea de que debe coincidir con los genitales de nacimiento (y los estereotipos que caracterizan a cada sexo-género); y etaria, por otro lado, al suponer que la minoría de edad resta derecho a decidir sobre sí mismo/a.
La socióloga Iskra Pavez Soto, utiliza el término patriarcado adultocéntrico para referirse a esta doble violencia de nuestro sistema social. Éste se basa en una lógica patriarcal que, por un lado, sitúa lo masculino en una posición de poder respecto de lo femenino, y por otro, coloca a la adultez en una relación de superioridad respecto de lo infantil. Es decir, un sistema que otorga el poder y la autoridad a lo masculino y a lo adulto, y que asocia lo femenino y lo infantil con la fragilidad y la obediencia. Un ejemplo ilustrativo de esto es la costumbre de utilizar la palabra “niñita” para insultar a un hombre cuando da alguna señal de debilidad o cobardía, asociando estas características con aquella existencia donde se une lo femenino y lo infantil: la niña. “Ser niñita” como sinónimo de ser poca cosa, como símbolo de humanidad inferior. Ilustrativas también son las cifras del Sename, que indican que 73% de los abusos sexuales a menores corresponde a niñas; el 84,7% de los abusadores son familiares, y en el 96% de los casos son hombres. Parece claro que una estructura sociocultural y familiar que mantiene la lógica del patriarcado adultocéntrico, posibilita situaciones como las descritas por las cifras recién mencionadas. Ahora, como también sostiene Pavez Soto, una de las mayores barreras que encontramos para superar esta realidad es el hecho de que el tema continúa siendo un tabú. No solo el abuso sexual es un tema tabú, por lo delicado que resulta para los/as implicados/as, sino en general el tema de la sexualidad y del género en la infancia. Son escasas las ocasiones en que a niñas, niños y niñes se les habla del cuerpo; tanto en el espacio familiar como en la escuela, es un tema que rara vez se toca, más allá de los contenidos que aporta la anatomía en la clase de biología, o la sexualidad en términos de aparatos reproductores.
Bajo estas circunstancias, creo que habría que plantearse la necesidad de dar un vuelco a este modus operandi, haciendo un esfuerzo colectivo por el empoderamiento de la infancia. En primer lugar, abriendo espacios para que niñas y niños puedan expresarse, opinar y poner en duda. Desde una simple conversación, en un marco de cariño y respeto, ya sea en la casa, ya sea en la escuela, idealmente en ambas. Por supuesto, el diálogo no es la única vía, sino una entre tantas: también están las artes, la música y otras formas de expresión que pueden resultar más cómodas para algunos/as quizás más tímidos/as. Lo importante es que propiciemos para ellos y ellas instancias que logren abrir camino para la posibilidad de una infancia sin miedo, una infancia empoderada, y empoderada hoy, no mañana. Empoderada de su cuerpo, de su identidad, de su tiempo, de sus pensamientos y afectos. Una infancia que se atreva a preguntar, y a incomodar si es necesario. Una infancia sujeto de derechos, que participe activamente en la construcción y la deconstrucción del mundo, de ese mundo del que también es parte. Una infancia tan segura del respeto que merece, que posea las herramientas para defenderse de quien quiera arrebatárselo, en lugar de que tengan que defenderlo otros/as cuando el daño ya esté hecho.


Perspectiva de Género y su invisibilización en la infancia.

Por María Paz Gallardo

Hace algunos días pude ser parte de una clase en el Diplomado de Género y Violencia de La Universidad de Chile, en donde nuevamente se continuó ampliando mi mirada respecto al enfoque de género. No es fácil comenzar a mirar la realidad completa de vida sobre una perspectiva nueva, en donde uno se comienza a cuestionar lo que desde que naciste es “incuestionable” y en donde a una comienzan a tratarla de diversas críticas por aplicar dicha mirada en distintos contextos físicos y personas.
Es así que la clase de “una construcción de la situación de la infancia y adolescencia en Chile “ me removió profundamente e hizo que tomara conciencia de una realidad que invisibilizamos muchos e incluso nosotros (y me incluyo) los que podríamos tener algún tipo de intervención con niños niñas y adolescentes. Me removió profundamente darme cuenta que si bien al tener conciencia de que el sistema del Patriarcado se encuentra presente omnipresentemente en toda nuestra estructura como sociedad, me entristece que la forma de perpetuarla y mantenerla muchas a veces incluso la he ejercido. En particular con los NNA, y su doble opresión según lo que pudimos realizar como análisis en la clase. Vivimos en una sociedad de Patriarcado en donde sí, es un sistema “masculino”, en donde las mujeres nos vemos en una posición “por debajo “ de los hombres, lo cual se ha perpetuado por siglos y la continuamos perpetuando a pesar de que en los últimos años, se ha comenzado a movilizar a partir del feminismo, este movimiento que ha llevado a tener conciencia respecto a la igualdad y equidad entre hombres y mujeres, lo que se debería de extrapolar a toda la sociedad.
Pero cuando nos ponemos a analizar que el patriarcado, conlleva una serie de características, nos referimos a como afecta o pone en ventaja a “los hombres sobre las mujeres” sin tomar conciencia de los niños, niñas y adolescentes, sino que solo considerándolos a partir de una heteronormatividad, sin pensar que tienen necesidades distintas. El adultocentrismo, es aquello que nos lleva a generar una doble opresión a los niños y niñas en donde además de vivir en una sociedad que es patriarcal se cruza con este concepto lo cual tiñe el funcionamiento desde la estructura mas básica hasta las instituciones normado toda nuestra sociedad.
El adulto centrismo, al invisibilizar a la infancia lo que hace es oprimirla y llevarla a un estado de subordinación , estas “jerarquizaciones productoras de asimetría”, (como dice Simone de Beauvoir) aseguraban la subordinación de los sujetos , originando y sosteniendo hasta hoy sobre en un sistema patriarcal en que las mujeres perdieron las posibilidades del ejercicio de poder en sus sociedades y fueron relegadas a roles reproductivos y productivos domésticos sin capacidad en el plano de las decisiones políticas, económicas y sexuales.
Quiero ser sincera respecto a lo anteriormente dicho, en cuanto nunca fui capaz de ver, si he velado por los derechos de los NNA en un ejercicio permanente, en donde se ha tratado de visibilizar en cuantos a sus características, ciclo vital y sus necesidades de acuerdo a ello, y vida, sin embargo al cuestionarme, como se ha mantenido la invisibilización de ellos en los diversos contextos de nuestra sociedad es lo que me lleva a criticar fuertemente y aún más instituciones que se encuentran a cargo de los niños como SENAME e incluso a algunos colegios que a pesar de ser laicos con una malla en donde tratan de mostrar apertura en la diversidad y al ser mixtos prometen igualdad, muchas veces son aquellos que perpetúan esa desigualdad de género.
Es así como me gustaría detenerme en la violencia de genero hacia las niñas en particular, lo que no quiere decir que no exista esta critica del adultocentrismo en los niños hombres, y como opera en todas sus dimensiones incluso en aquellas que velan por sus derechos, sin lograr visibilizarlos como personas sujeto de ello.
Durante la clase que tuvimos me llegaron profundamente aportes de compañeras presentes en donde una de ellas manifestaba como el sistema judicial en tanto Tribunales de Familia y Fiscalía, invisibilizaba al niño como tal, posicionándolo en una calidad de adulto frente a la ley, en donde muchas veces se exponía a situaciones tremendamente vulnerables para ellos luego, por ejemplo de un delito sexual. La exposición al delito durante reiteradas veces, sumado a la exposición y sometimiento de pruebas que acrediten la veracidad del NNA, es una situación tortuosa y que muchas veces llega a producir este mismo proceso incluso mas daño que el mismo hecho.
Sin mencionar la nula perspectiva de género que presentan en su gran mayoría los jueces en Tribunales de familia y en lo penal de nuestro país, en donde muchas de sus decisiones son teñidas por prejuicios respecto a que al ser niña o mujer podría haber sido la que provocó el delito.
La revictimización secundaria que afecta a niños y niñas es un hecho que estado presente en toda la sociedad, producto también del adultrocentrismo, en donde no podemos ver a los niños como tal, posicionándolos en un lugar de adultos, donde ni siquiera cuentan con un aparato psíquico para poder significar un trauma. Diversos proyectos como “no me preguntes mas”, se han encontrado difundiendo de una forma mas oficial por medio de artistas del espectáculo más que consolidarlo en el sistema político y jurídico donde se continúan con las prácticas victimizantes sin considerar al niño/a como tal.
En como por ejemplo un taller de “anti princesas” utiliza como logo principal, una niña con características masculinas para representar que de alguna forma el ser masculina las llevará a “ser libres” y tener mas libertad de acción.
Con esto me quiero detener también en que se invisibiliza a los niños que son víctimas también de esta heteronormatividad, y que si ellos quisieran ser princesas no es una categoría posible concebir en nuestra estructura como sociedad.
Como no mencionar también la critica que realizó otra compañera respecto test que evalúan la inteligencia, en donde le preguntan a los niños y niñas que son, en donde si responden de forma equivoca le restan puntaje, lo cual es posible de acuerdo a su identidad de género, lo muchas veces influirá e incluso determinará en que si son “mas o menos inteligentes” lo que saldrá como respuesta en el resultado de dicho test.
No existe una ley que norme la presencia de enfoque de género, por ejemplo en los libros de colegio en donde desde el inicio de la escolarización incluso en las tareas que nos hacen hacer en el jardín infantil, representando y perpetuando lo que de acuerdo a la heteronormatividad debemos cumplir al ser hombres y mujeres.
Es sin duda, algo que vemos día a día, con aquellos que convivimos y que incluso de una forma, a modo de funcionamiento inconsciente, muchas veces potenciamos y avalamos respaldándolo como algo que se debe hacer.
La invisibilización de la perspectiva de género en la infancia es una realidad a la cual no estamos ajenos, lo importante es que al tomar conciencia de ello, estamos llamados a crear acciones concretas, a difundir este llamado a la igualdad, a poder generar conciencia respecto a como estamos criando nuestros niños y niñas, a cuestionarnos como opera el sistema completo de nuestra sociedad, instituciones que norman el actual y pensar sobre nuestros niños y niñas y entre tantas cosas mas. El cambio de perspectiva que debemos tener todos y todas, es a valorizar a los niños y niñas, como son sujetos de derechos verdaderos, en donde debemos de cuidarlos de ser reproductores del sistema patriarcal y avalar muchas de las prácticas de posicionarlos en un lugar de subordinación para ellos.
Queda la tarea entonces, en poder enseñar una sociedad de igualdad, de exigir derechos, y de visualizarnos en cada uno que es lo que estamos trasmitiendo a nuestros niños y niñas.


Una mirada de la infancia; desde una violencia institucional.

Por Karen Gutiérrez

En base a los últimos acontecimientos ocurridos en el servicio nacional de menores, a raíz de la muerte de una de una niña de 11 años, perteneciente a un centro de protección CREAD, el 12 de Abril del presente año y a su vez las malas prácticas de funcionarios que han salido a la luz pública, tras el hecho mencionado con respecto a los programas de prevención y protección de la infancia. He visto la necesidad de referirme a este tema en particular ya que los actuales niños serán los gestores de la sociedad futura, siendo los impulsores y perpetuadores de las enseñanzas que la sociedad permea en ellos, sean estas positivas como negativas. No es un tema tabú, señalar que la protección a la infancia se encuentra en crisis, que el estado no ha sido capaz de entregar protección, siendo este el organismo encargado de salvaguardar los derechos de niñas, niños y jóvenes. Considerando que se trabaja con niños y niñas pertenecientes a sectores estigmatizados, compartiendo características en torno a la pobreza, disgregación en relación al apoyo social, pertenecientes a un grupo vulnerable, con poca educación, “abandonados” por sus cuidadores que no han sabido ser garantes de sus derechos. Donde el estado y la ley deben otorgar resguardos a la vida humana. Sin embargo, este grupo de niños, niñas y adolescentes han sido excluidos por el propio estado y los poderes que lo convergen no han logrado resguardar la vida de la totalidad de las personas, ejerciendo una violencia estructural de carácter institucional como lo señala Rita Segato, siendo doblemente “abandonados”. SENAME en ese caso, por el poder que le confiere el estado sería el encargado de velar por los intereses superiores de los niños, niñas y adolescentes pero ¿qué sucede cuando este servicio presenta falencias en relación a su misión como institución? Como lo vimos en el caso de la niña que falleció en la residencia, la directora regional de SENAME Marcela Labraña renuncia al cargo tras cuestionamientos por el funcionamiento y malas gestiones al interior del servicio, Sin embrago esta acción no permite generar cambios en las residencias ni en los centros cerrados o semi cerrados, la restitución de la presidencia de este servicio no implica la modificación de malas prácticas de manera inmediata. Entonces, ¿Qué rol cumple el estado? Y es aquí donde el estado no se hace presente. Ahora si quitamos al servicio de este tema y nos enfocamos solamente en el estado y a las instituciones que lo componen como el poder judicial; tribunales de familia, fiscalía, carabineros, PDI, entre otros. Podemos observar que existe una violencia hacia la infancia, una violencia institucional, donde se carece de leyes y políticas públicas, donde se ven invisibilizados los derechos de los niños, niñas y jóvenes existe una doble victimización por parte de estas entidades, ya que la infancia acude a estas instituciones con el propósito de buscar solución y apoyo a sus vulneraciones, acuden al estado como organismo regulador y protector, y ¿qué es lo que hace el estado? los vulnera y normaliza ciertos patrones de conducta. No se están regulando a las instituciones, donde el operar de cada una de ellas está siendo de manera aislada, no existe un trabajo en red coordinado, invisibilizando a la figura humana como sujeto de derechos, quedándose en el objeto de derecho, cosificando la vida humana. En este sentido el estado cobra real importancia, puesto que manifiesta el patriarcado en todo su esplendor, este dominio de poder que ejerce, sobre los desposeídos (NNA), víctimas de un sistema empapado en el patriarcado, la relación de subordinados, demandando obediencia y control sobre los débiles, los pasivos, esta relación de poder es lo que perpetúa la violencia. Cada una de las entidades mencionadas, ejercen violencia de una u otra manera, victimizando y re victimizando a los niños y niñas en sus relatos, enjuiciando sus historias y vivencias, otorgando poca credibilidad y juicios de valor a estas. La falta de personal idóneo y la escasez de conocimiento, falta de perfeccionamiento en torno a la temática de la violencia por parte de los profesionales que se ven involucrado en este tipo de actos es crucial para frenar y sopesar el tema de la violencia en la infancia, desde mi experiencia como Profesional que trabaja con infancia perteneciente a sectores vulnerables y por tanto marginados de cierto modo del sistema, es una recurrencia la re-victimización de las instituciones, donde se ejerce una opresión hacia la figura de la infancia y mayoritariamente a la figura de la niña. Puesto que la estructura de poder construida desde el patriarcado esta instaurado en la sociedad que les señalo, donde las propias mujeres madres se han encargado desde el adultocentrismo oprimir a estas niñas y niños vulnerados en sus derechos.
Seria duro de mi parte señalar que la protección a la infancia está en decadencia. Sin embargo, es responsabilidad de cada uno de nosotros, como padres, formadores en distintos ámbitos, salvaguardar los derechos de nuestros niños, proteger la infancia que no se permee con las experiencias de violencia vivida durante la niñez, otorgar oportunidades de un desarrollo adecuado de sus individualidades e identidades. Potenciar desde la base, desde la familia una mirada integradora de equidad, de visibilizar al otro como un ser con derechos, de respetar y comprender las diferencias de cada uno y enriquecerse con las individualidades que componen la sociedad.

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